Protestas si, escraches no

El método para evitar que la vicepresidenta se lleve el mundo por delante no puede ser una suerte de escrache en los domicilios de los miembros de la Corte Suprema de Justicia. Las intenciones finales pueden ser buenas, pero si se avanza desde el punto de vista físico, los que dicen defender la República se transforman en lo que no quieren para sus hijos: autoritarios que buscan imponer sus ideas de cualquier manera.

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Y todavía no pasó lo peor

En el último párrafo de la nota de Sergio Berensztein de hoy, en La Nación, quizá se encuentre la respuesta más clara al actual estado de cosas. El politólogo escribió: “la cuarentana pudo haber sido, al menos en parte, otra heterodoxa manera de contener la escalada inflacionaria y la corrida cambiaria. De tapar el sol con la mano”.

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Quién le pone un límite a CFK

En un mundo civilizado, nadie tiene la suma del poder. Y menos la tiene, alguien que ganó las elecciones con una diferencia de siete puntos porcentuales. En las democracias occidentales, la división de poderes no es una abstracción. Existe de verdad. En la Argentina, que, como todos sabemos es un país exótico, parece que una vicepresidenta puede hacer y decir lo que se le antoja, ponerse incluso por encima de la ley, solo porque tiene mayoría simple en el Senado y porque sus incondicionales no se atreven a contradecirla.

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