Ayer, en mi comentario editorial, en Mirá, el programa que hacemos de lunes a jueves para La Nación +, después de leer por tercera vez la carta de Cristina Fernández, concluí que a la vicepresidenta le hacía falta un buen psicoanalista. No fue una chicana. Lo pienso de verdad. Y no solo porque ella reconoció, al comienzo del texto, lo mal que se lleva con el psicoanálisis y su evidente tendencia a la negación.