El gobierno pasó de la etapa zen y el “dejar fluir la conversación” al contraataque directo. Apuntó a los “detractores”, a quienes considera, casi sin excepción, “ventajeros políticos” y no “adversarios leales”. Inició la movida el propio Mauricio Macri , al sacudir a los dirigentes sindicales “perpetuos”, a quienes les recomendó “soltar” la manija del poder y alentar convenios más creativos para que las pequeñas y medianas empresas puedan tomar nuevos empleados, disminuyendo, parcialmente, la carga laboral.Macri sabe dónde pega. Los sindicalistas eternos, ricos y desprestigiados son los dirigentes con peor imagen de toda la Argentina. Casi empatados con los niveles de rechazo que ostentan Cristina Fernández, Aníbal Fernández, Amado Boudou y Luis D’Elía. El Presidente está seguro, además, de que las pymes tomarían nuevos empleados con el paraguas de un convenio con cargas laborales que cuesten tres veces menos que el salario del bolsillo del nuevo trabajador. No hay que confundir esta iniciativa con precarización o flexibilización, aclara Macri. Hay que incluirla en el contexto de un impulso transitorio para generar más puestos de trabajo en el sector privado, agrega.