Los expertos en transparencia pública y en política económica no suelen vincular un fenómeno con el otro. Sin embargo, para quienes analizamos y sufrimos en carne propia los nocivos efectos culturales y sociales de los últimos doce años no hay duda: la corrupción y la pobreza representan las dos caras de una misma moneda. Es más: la corrupción, la pobreza y la mentira bien podrían ser consideradas como las tres caras de una misma falsa moneda. Para que se entienda bien: la falsa moneda de tres caras que hizo circular el Frente para la Victoria y que todavía muchos usan y defienden, como si se tratara de una moneda de curso legal. Como si la mentira que armaron fuera la más absoluta verdad. Porque desde mayo de 2003 hasta diciembre de 2015 no podría entenderse la enorme pobreza estructural separada de los bolsos de José López, las licitaciones truchas que hicieron multimillonario a Lázaro, a Néstor y a Cristina y la manipulación de los datos del Indec, que empezaron con el índice de precios al consumidor y terminaron con la escandalosa decisión de dejar de medir la pobreza y la indigencia.