Mauricio Macri pensó que gobernar y mantener a la mayoría de los argentinos más o menos satisfechos iba a ser más fácil. Que sus votantes, primero, y una buena parte de quienes eligieron a Daniel Scioli, con el tiempo, iban a terminar comprando “su receta de país” de manera integral. Creía Macri que la economía tenía que empezar a funcionar bien casi inmediatamente después de asumir, porque el cambio de expectativas iba a ser casi instantáneo. Consideraba que la transformación cultural de un país desquiciado a otro normal se iba a ir dando paulatinamente, pero de manera fluida. Que la “normalidad” se iba a ir sintiendo al mismo tiempo que la baja de la inflación, que esperaba para abril o mayo.