(Columna publicada en Diario La Nación) A su modo (y sin pretender asimilarla a la tragedia que padece Ucrania desde la invasión rusa), la Argentina también está “en guerra”. Y viene perdiendo todos los días, aunque no se vean tanques, helicópteros, misiles, drones turcos ni edificios ni escuelas destruidos por los bombardeos. Se podría decir, incluso, que nuestra última “guerrita” comenzó en marzo de 2008, al compás del conflicto con el campo, cuando dirigentes autoritarios y paranoicos, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, dividieron al país en dos, inaugurando oficialmente “la grieta”. Desde ese momento, colegas, amigos y familias enteras se enfrentaron, se aceleró el deterioro social y económico, la pobreza se multiplicó, los niveles de calidad de la educación se desplomaron y el país se volvió cada vez más chiquitito, hasta tornarse insignificante.