La victimización de Cristina Fernández ante el presunto espionaje ilegal que la acechaba y el anuncio de expropiación de Vicentín quizá no sean más que cortinas de denso humo para distraer la atención de lo que se viene: un derrumbe de la economía igual o peor que en diciembre de 2001. La vicepresidenta necesita contaminar las causas en las que está procesada por corrupción ahora mismo. Ya no le queda tiempo para perder. Y al Presidente tampoco.