No es un problema de grieta o de poder. Es un problema de rumbo. No se sabe adónde van ni el gobierno ni el presidente. Pero la sospecha sobre dónde estamos yendo, a pesar de navegar sin rumbo, es generalizada: al naufragio; o, si estuviéramos en tierra, a chocar contra la pared. El dólar a 200 pesos es la muestra más cabal de la falta de rumbo.