La designación de Martín Soria como ministro de Justicia es una mala noticia para el presidente de la Nación y una pésima noticia para la Argentina. Cristinista de la penúltima hora, Soria, sacado, destemplado, con dificultades para la lectura de textos, cumple con todos los requisitos que exige la vicepresidenta: ataca a los jueces con nombre y apellido, habla de Macri con desprecio, y no tiene ningún empacho en encabezar operaciones contra quien sea.