El gobierno nacional, y el de la provincia de Buenos Aires, tienen un problema: cómo aplicar restricciones ante la nueva ola de contagios cuándo su autoridad está puesta en discusión. La Ciudad de Buenos Aires, en menor medida, también. Pero los gobiernos de Alberto Fernández y de Axel Kicillof todavía más: atravesados por los vacunatorios VIP y la vacuna militante, por el hartazgo social y una política sanitaria por lo menos, deficitaria.