Con su sesgado discurso de ayer, Cristina se convirtió en la jefa de la campaña electoral, que ya empezó, y nueva dueña de la vacunas. Tardó demasiado en involucrarse: casi 86 mil muertos después. Y tuvo el toupé de pedir a la clase dirigente y a los medios que no hagan política con la vacuna y la pandemia. Para ser más precisos: instaló un supuesto movimiento antivacuna donde no lo hay.