Mala perdedora. Irresponsable. Tóxica. Dañina. Todas estas calificaciones y adjetivos le caben a la vicepresidenta que ayer hizo públicas, en una carta larguísima, las diferencias con el presidente de la Nación. Egocéntrica, agresiva, sin medir las consecuencias de lo que acaba de hacer, la misiva no solo terminará de consolidar la peor derrota electoral de toda la historia del peronismo. Además pone en cuestión la propia continuidad del gobierno, con un Presidente que duda entre sacársela de encima, aceptar, de manera sumisa lo que ella propone o renunciar, cuando todavía no supera la mitad del tiempo de su gestión.