Cada minuto que pasa con Aníbal Fernández en el cargo debe ser interpretado como una convalidación del gobierno a la amenaza con lenguaje mafioso que le profirió el ministro de seguridad a Nik como respuesta a las críticas públicas del dibujante. Cada minuto de silencio del Presidente sobre la repudiable acción de Aníbal, el energúmeno, deteriora su investidura y la condición moral de su gestión.