El Gobierno quiere que Diego Maradona siga al frente del seleccionado. No es una conjetura. Lo escribió Aníbal Fernández en Twitter. (Se sabe que el jefe de Gabinete no dice ni hace nada que pueda contrariar a Néstor Kirchner)

La Presidenta, por su parte, fue todavía más allá: invitó en público a Maradona y los jugadores a la Casa Rosada, bajo la idea "heroica" de que se debe estar con el seleccionado que representa al país "en las buenas y en las malas". Y parece tanta la necesidad de apoyarlo que hasta se aguantó el desplante del mejor jugador del mundo de todos los tiempos, quien se dio el lujo de no atenderla, por lo menos hasta el cierre de esta nota.

El cálculo político es perfecto. Las encuestas on line indican que la mitad más uno no crucifica a Maradona después de la derrota contra Alemania. Tanto Néstor Kirchner como la jefa de Estado saben, como buenos animales políticos que son, que el director técnico del seleccionado sigue siendo, aún ahora, el ícono popular vivo más importante da la Argentina. Tampoco ignoran que uno de los lugares comunes del imaginario colectivo local es que, "El Diego", en cualquier momento, puede renacer de entre las cenizas como un ave fénix de marca registrada e industria nacional.

Por otra parte, la asociación del Gobierno con el fútbol les aporta beneficios políticos tangibles, más allá de las acusaciones de oportunistas que reciben de los medios no oficialistas y los políticos de la oposición. Un solo ejemplo: el ex presidente y el jefe de Gabinete suponen que el crecimiento en las encuestas que se produjo a partir de marzo de este año tiene mucho que ver con la publicidad oficial que satura la transmisión de los partidos del campeonato local. Y computan en su haber, no sólo la "buena onda" que emite aparecer pegado al deporte más popular y más consumido por los argentinos, sino el haber puesto de su lado a relatores y periodistas deportivos que antes criticaban al Gobierno como la mayoría de sus colegas.

Para usar el lenguaje kirchnerista, Maradona siempre resultó funcional a los planes del Gobierno. Y en el inicio del Mundial, la corporación mediática oficial se encargó de vincular los primeros cuatro triunfos del seleccionado con El Club de Buena Onda cuyos socios apoyan de manera incondicional a Cristina Fernández de Kirchner.

El kirchnerismo trasladó sus malas prácticas políticas al mundo deportivo. Es decir: los medios y periodistas que criticaron y siguen criticando a Maradona son considerados opositores o funcionales al Grupo Clarín. Y los que lo "bancan a Diego a muerte", como escribió Aníbal Fernández en su red social preferida, reciben los beneficios correspondientes por haber elegido el bando de Los Buenos. Por supuesto, en este ámbito también hay profesionales muy serios y respetables que escriben y dicen lo que piensan, más allá del beneficio que les pueda reportar.

Ayer, el jefe de Gabinete señaló con el dedo a los periodistas y los medios que, según él, asocian los cuatro goles que Alemania logró el último sábado con una derrota del gobierno nacional. Equiparar una cosa a la otra es injusto, superficial y oportunista. Igual que lo hubiera sido el haber ganado la Copa del Mundo y adjudicarle parte de la victoria a la administración Kirchner.

Por otra parte, los "goles en contra" que está recibiendo en los últimos días el Gobierno no tienen que ver con la actuación del seleccionado en Sudáfrica sino con una incipiente reacción de la oposición, cuyos diputados nacionales recuperaron la iniciativa y están empezando a demostrar que el kirchnerismo no es invulnerable.

El ex presidente, la primera mandataria y también Fernández esperan con ansiedad una señal de Maradona. ¿Y qué hará uno de los hombres más conocidos y populares del mundo, mientras se lame las heridas en su casa de Ezeiza, en compañía de su pareja y de muy pocos amigos? Los volverá a utilizar en la medida que los necesite, más allá de lo que piensa de verdad sobre Kirchner, la Presidenta e incluso el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) Julio Humberto Grondona.

Maradona no es político, pero conoce muy bien cómo funcionan los políticos.
Lo supo desde la época de la dictadura, cuando Jorge Rafael Videla insistió en sacarse una foto con él cuando levantó la Copa del Mundial Juvenil en Japón. Lo sufrió durante el gobierno de Carlos Menem, cuando se preocuparon en hacer público un asunto privado para desviar la atención de la corrupción imperante. Además, el ídolo se jacta de conocer muy bien las intenciones de Kirchner, aunque no lo dice en público porque sabe que no le conviene. De cualquier manera, hace tiempo que le hizo saber que ser técnico del seleccionado no implica hacerse kirchnerista. Lo dejó en claro cuando le pidieron, en forma indirecta, que no concediera entrevistas a los medios y periodistas a los que el Gobierno considera sus enemigos. Experto en el trato con la prensa, les mandó a decir: "No voy a dejar de hablar con gente a la que respeto solamente porque ustedes los pusieron en una lista negra".

Los Kirchner lo aceptaron, porque saben que pelearse con Diego es uno de los peores negocios que pueden hacer.

 

Especial para lanacion.com