Mauricio Macri empezó a comprender que el mundo se le venía abajo cuando su ministro de Justicia, Guillermo Montenegro, lo llamó a Lima, Perú, para darle muy malas noticias. Su "amigo" Eduardo Freiler, el magistrado del que esperaban un voto que lo beneficiaría, a quien conoce desde hace años de cuando era juez federal, hacía 48 horas que no le atendía el teléfono.
Macri y Montenegro sabían que el camarista Eduardo Farah era "funcional a los deseos de Kirchner" y que Jorge Ballestero, después de muchas idas y vueltas, confirmaría el fallo del juez de primera instancia, Norberto Oyarbide. Por eso, la certeza de la firma condenatoria de Freiler, ex fiscal de la causa AMIA, le impactó a Macri más que el codazo que recibió mientras jugaba al fútbol y le dejó el ojo morado.
El jefe de Gobierno de la Ciudad tardó varios minutos en componerse. "¿Cómo pudo darse vuelta así? ¿Qué pecado habrá cometido para que las presiones de último momento lo hicieran cambiar?", le preguntó a Montenegro. Pero el "Gordo" permaneció en silencio. Debería haberle respondido "Es la justicia argentina, estúpido". Es decir: en los tribunales donde se deciden causas importantes, los fiscales, los jueces federales y los camaristas le deben a cada santo una vela. Corrijo: a cada santo no. Al padrino político que lo designó. Al que lo ayudó a evitar un eventual juicio político.
No fue la única frustración de Macri. El esperaba que Elisa Carrió y la Coalición Cívica (CC) mantuvieran su postura de origen. Que dijeran que la ratificación del fallo era otra prueba del poder de presión que Kirchner tiene sobre la justicia. El domingo a la noche, cuando Federico Pinedo vio a Carrió por televisión, llamó a Macri, desencajado. "¡Pero si la semana pasada Carrió me había hablado pestes de Farah y de Ballestero! ¡Ella debería saber que la confirmación es una copia ampliada del fallo de Oyarbide! ¿Qué fue lo que la hizo cambiar de opinión?", se preguntaba Pinedo, desconsolado.
Lo que la hizo cambiar de opinión fue la insistencia de su ahijado político, el legislador porteño Fernando Sánchez, quien le hizo entender que para soñar con un proyecto nacional primero había que ganarle al Pro en la ciudad de Buenos Aires, y que para eso no podían estar a la cola de los legisladores de Fernando "Pino" Solanas, de Aníbal Ibarra, o del Frente para la Victoria. Todos ellos quieren cocinar a Macri a fuego lento e impedir que sea candidato a presidente en alianza con el Peronismo Federal, mientras al mismo tiempo Gabriela Michetti consolida su postulación para jefa de gobierno.
Alguien muy cercano a Pinedo llamó a Carrió para pedirle que leyera el fallo. Y ella le mandó a decir que no necesitaba hacerlo para diferenciar una operación del Gobierno con la confirmación de un procesamiento en segunda instancia, y por unanimidad.
"¡Cómo puede ser que sean tan mezquinos!", se lamenta el ex presidente de Boca mientras le presentan informes reservados sobre lo que piensan los principales referentes nacionales, de verdad. Le cuentan que Ricardo Gil Lavedra, uno de los jueces que condenó a las juntas militares de la dictadura, leyó la resolución y consideró los argumentos insuficientes para confirmar el procesamiento. Está seguro de que el presidente de la Unión Cívica Radical (UCR), Ernesto Sanz, volverá a repetir que detrás de su procesamiento está Kirchner. No espera nada de Francisco De Narváez, quien se limitó a escribir: "Confío en que Mauricio probará su inocencia ante la justicia".
Por su parte, el ex presidente Eduardo Duhalde, ante la pregunta concreta, me respondió, ayer por radio: "Esto es una obra maestra de la SIDE". Los colaboradores de Macri fueron corriendo a darle la "buena nueva". Por unos segundos, el procesado se sintió feliz: "Por fin un tiro para el lado de la justicia", exclamó.
Macri, en público, se mostró dolido ante el apoyo contundente que su padre, Franco, le dio a Kirchner y al Gobierno. Pero en privado sostiene que ya nada le sorprende de su progenitor. El jefe de gobierno, quien concurre una vez por semana al consultorio de un psicólogo, sabe que el abuelo de sus hijos nunca dejará de competir con él como una forma de postergar la muerte y sentirse más vivo.
Se enfrentaron cuando Mauricio abandonó la empresa para presidir Boca Juniors. Lo volvieron a hacer cuando empezaron a discutir para repartir la fortuna familiar. Se pusieron unos meses espalda contra espalda cuando el Gobierno intervino y les quitó el Correo argentino. Estuvieron un tiempo sin hablarse cuando Franco le comunicó que Kirchner le había levantado la interdicción para seguir haciendo negocios y que lo consideraba su hombre en China. Hace casi un año, el hijo fue corriendo a ver al padre, cara a cara, cuando se enteró que le había mandado a pinchar el teléfono al esposo de su hermana Sandra, y le exigió que le dijera a la justicia toda la verdad.
Cuando a Mauricio le preguntan en la intimidad qué siente por su padre él cuenta anécdotas privadas que demostrarían que Franco no estaría en pleno uso de sus facultades mentales. Sin embargo, cualquier profesional de la psicología podría interpretar que Macri hijo prefiere imaginar a Macri padre "gagá", antes que admitir el profundo daño que le causan sus dichos y sus acciones.
Ahora mismo Macri piensa que, a pesar de todo, podría llegar a convertirse en presidente. Y no tanto por la valoración que la sociedad hace de su gestión, sino por la saña de sus enemigos políticos, personales y familiares. Su asesor, Jaime Durán Barba, sostiene que, gracias a esta causa, una buena parte del 70 por ciento de los argentinos que no quieren a Kirchner van a convertir a Mauricio en el gran referente anti k, por encima de Julio Cobos, Ricardo Alfonsín, Duhalde, Solá, Das Neves, Solanas y otros presidenciables. El ala política del macrismo informa que para eso debería caer antes el procesamiento, "porque un candidato con semejante mochila no resistiría ninguna campaña electoral y menos contra alguien tan audaz e inescrupuloso como Kirchner".
El jefe de Gobierno de la Ciudad pretende que se apure el juicio oral, aunque eso no depende de él ni de sus abogados, sino de Oyarbide y de los camaristas que le acaban de confirmar su procesamiento.
De la resolución firmada por Farah, Ballestero y Freiler se desprende que no hay pruebas que demuestren que Macri conoció a Ciro James ni que le ordenó en concreto a Jorge Palacios montar un aparato de inteligencia para espiar a familiares y dirigentes opositores. El fallo sólo contiene la misma deducción a la que llegó antes Oyarbide: que James espiaba para Macri y que su designación en el Ministerio de Educación fue una retribución por los servicios ilegales prestados. El escrito nada dice sobre las actividades de James antes de ingresar al gobierno de la Ciudad. Tampoco ahonda sobre el modo en que Sergio Burnstein se enteró, el mismo día en que sucedía, que le estaban pinchando el teléfono. Ni cómo fue que, de inmediato, se dirigió a una comisaría, cuyos empleados notificaron al juez federal de turno, quien casualmente es el mismo que sobreseyó a Kirchner por enriquecimiento ilícito en tiempo récord.
"Sobreviví un secuestro extorsivo, sobreviví a (Juan Román) Riquelme y (Diego) Maradona. Kirchner todavía no me mató y la vida me pone otra vez en situación de demostrar que puedo ser mejor que mi papá, a pesar de todo. Los votos se cuentan en octubre del año que viene. Y todavía para octubre del año que viene falta mucho", confesó a sus íntimos, horas después de aterrizar en Buenos Aires, como si estuviera reescribiendo su propia biografía.
Optimista incorregible, Macri cree, de verdad, que si sale bien parado de semejante "operación" podría llegar a transformarse en el próximo presidente de los argentinos.
Especial para lanacion.com