Néstor Kirchner se acaba de poner el disfraz de cordero debajo de su piel de lobo político. Alentado por su leve repunte en las encuestas, con una baja mínima en su imagen negativa y una suba módica en su imagen positiva, ha dado la orden terminante de reducir el nivel público de confrontación. Artemio López, uno de sus habituales consultores políticos, se lo había advertido hace tiempo. “Cada vez que te peleás, irritás más a la clase media. En cambio, cuando no reaccionás frente a los ataques, baja la negativa y sube la positiva, porque la economía anda bien y eso te favorece”, le avisó. López también le dijo que la presidenta Cristina Fernández tenía menos imagen negativa que él, pero Kirchner hizo como si no lo hubiera escuchado. La jefa de Estado sabe a qué se refiere el consultor. “¿Vieron? Ahora no me enojo más. Ahora solamente me fastidio”, destacó en el medio del anuncio del último aumento a los jubilados, antes de quebrarse y llorar cuando habló de las cosas que estaba haciendo su gobierno “por la gente”. Ya está en pleno funcionamiento la vieja jugada de pingüino o pingüina, pero nadie que conozca bien a Kirchner ignora sus ansias de volver a ejercer a pleno el cargo de Presidente, ni lo incómodo que se siente cada vez que el protocolo lo obliga a ubicarse detrás o debajo de ella.

Se supone que tampoco se habrá sentido cómodo al bajar los decibeles de la volcánica y desgastante pelea contra El Grupo Clarín. ¿Por qué sus espadas mediáticas más filosas, como el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y el canciller Héctor Timerman dejaron de hablar, de un día para el otro, de la causa por la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble? Una respuesta simplista diría que debido a la feria judicial. ¿Por qué, desde hace un par de semanas, las tapas del matutino dejaron de poner el acento en los hechos de corrupción que tanto preocupan al Gobierno? La contestación podría ser: porque no hay novedades importantes sobre los viejos casos de presunta corrupción, como los negocios con Venezuela.

Sobre un supuesto encuentro entre Kirchner y Héctor Magnetto solo se oyen versiones, pero ninguna confirmación. Lo que está claro es que el ex presidente dio la orden de velar las armas. Y sus principales gladiadores están descolocados.
Tanto, que en los programas oficialistas y entre los blogueros y twitteros K ya no saben qué inventar para mantener el atractivo de sus acciones. Ni siquiera están seguros de que seguir esmerilando a Mauricio Macri sea un gran negocio, porque las encuestas demuestran que ya lo transformaron en el principal adversario político del ex presidente, que trabaja más horas que nadie para mantener y acrecentar su poder.

Sobre Macri, pero también sobre Daniel Scioli y sobre Eduardo Duhalde, el lobo Kirchner trabaja desde las sombras para evitar que el año que viene lo dobleguen a él.

Al jefe de Gobierno de la Ciudad lo ataca, ahora, por medio de un persistente trabajo sobre legisladores propios y eventuales aliados. Así, espera que triunfe la postura "antipro" de crear una Comisión Investigadora, sin dejar de lado la alternativa de torcer voluntades en caso de que se dispare la opción del juicio político, para terminar de rematar a Macri y sacarlo de la cancha, así como dejó morir a Aníbal Ibarra en el medio de las acusaciones por la tragedia de Cromañón.

– Si quiero ser Presidente tengo que demostrar a los argentinos que soy capaz de ganarle esta batalla política a Kirchner. Si no, me iré a mi casa a devolverle el tiempo que le quité a mi familia y a mis amigos– dijo esta semana Macri, todavía golpeado, después del apoyo que su padre, Franco Macri, le dio al gobierno en general y a Néstor Kirchner en particular.

A Scioli, Kirchner le acaba de "inventar" varios competidores en la provincia de Buenos Aires, porque teme que su crecimiento en las encuestas lo envalentonen hasta el punto de soñar con la candidatura a presidente el año que viene. Aníbal Fernández, el ministro del Interior Florencio Randazzo, la ministra de Acción Social, Alicia Kirchner; y los intendentes de Tigre, Sergio Massa; de La Plata, Pablo Bruera; de Almirante Brown, Darío Giustozzi son algunos de los coquetean con esa posibilidad.

Scioli volvió a su estado político natural. Ya no habla mal de Kirchner ni con su mujer, y sigue con atención los movimientos de Hugo Moyano, porque no quiere que el líder de la CGT le ponga en estado de rebeldía a los trabajadores de la administración provincial.

Sobre Duhalde, Kirchner usa la artillería de la militancia que le organiza escraches en cada acto público en el que se presenta el ex presidente o la senadora Hilda Chiche González de Duhalde. Y pinta las paredes de las autopistas de accesos a la ciudad con la leyenda Duhalde + Videla = droga y muerte, para instalar en la sociedad la idea de que el hombre que lo catapultó a la presidencia forma parte del peor pasado.

¿Cuánto tiempo tardará Kirchner en sacarse de encima la piel de cordero que tanto lo molesta? No demasiado. En cuanto la oposición legislativa avance en los proyectos que afecten su proyecto de perpetuarse en el poder, como las facultades delegadas, la autonomía y transformación del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y los cambios en el Consejo de la Magistratura. Esta última ley, por caso, permitiría actuar a media docena de jueces con causas que involucran a Kirchner y otros, sin la amenaza del juicio político a la vuelta de la esquina.

 

Publicado en El Cronista