¿Por qué Néstor Kirchner decidió ejecutar el ataque final contra el Grupo Clarín y LA NACION, su socio en Papel Prensa? No hay una sola explicación lineal, sino múltiples y complejas. Sin embargo, todas responden a una perspectiva egocéntrica del ex presidente, que incluye su obsesión por el poder, su paranoia, su deseo de venganza y el miedo a que los jueces lo manden preso.
Su manera de entender el rol de los medios fue discutida en innumerables oportunidades con su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, desde que asumió, como Presidente, en mayo de 2003, hasta que el alto funcionario renunció, espantado, después de la presión de Kirchner a su esposa para que abandonara la primera magistratura. Se sabe: "El Loco" pretendió "tirarle el gobierno por la cabeza" a "la banda destituyente" integrada, según él, por el vicepresidente Julio Cobos, Eduardo Duhalde y el grupo Clarín, entre otros.
Antes de eso, y cada vez que Kirchner despotricaba contra un título de Clarín, Fernández le explicaba que el matutino no podía seguir la lógica de L´Osservatore Romano, la publicación vaticana que jamás esbozó la más mínima crítica contra ningún Santo Padre. "La lógica de Clarín es publicar noticias. Y no publicarlas va contra la lógica de su negocio", intentaba tranquilizarlo el jefe de Gabinete una y otra vez. Pero el ex presidente, desde el principio, creyó que Clarín, y su principal ejecutivo, Héctor Magnetto, eran sus amigos. Por eso recibía cada mínima crítica del diario como una tremenda traición.
-Nosotros le damos información y los tratamos como amigos y ellos nos traicionan, como si fuésemos enemigos- se quejó Kirchner decenas de veces ante Fernández, autoridades y periodistas de Clarín, hasta que decidió, en el medio del conflicto con el campo, iniciar la guerra santa.
El profundo resentimiento de Kirchner y su esposa contra Clarín explica, en parte, el alejamiento de buenos ministros como Roberto Lavagna, Rafael Bielsa e incluso Jorge Taiana, uno de cuyos atributos más notables fue la lealtad al gobierno que todavía manda. Kirchner desconfiaba de ellos porque decía que tenían un acuerdo secreto con Clarín, por encima de sus deberes como funcionarios.
Pero el empeño de Kirchner por disciplinar a los medios críticos y manejarlos a su antojo no es nueva. Viene desde 1987, cuando era intendente de Río Gallegos y contrataba segmentos del noticiero del canal local para publicitar su gestión e intentaba acallar la crítica con propaganda oficial y ninguneo a los periodistas que no apoyaban "el proyecto".
Sin embargo, su obsesión contra Clarín se explica por la lectura política que viene haciendo desde que terminó su mandato y que incluye la sospecha de que si no destruye al grupo multimedia no sólo perderá el poder, sino que además irá preso, igual que Carlos Menem.
Un día de 2008 se lo dijo sin rodeos a un empresario de medios al que convocó en su oficina blanca de Puerto Madero, cuando se aburría en busca de un rol para no opacar a su esposa presidenta:
-El poder de un Presidente en la Argentina es inversamente proporcional al poder de Clarín. Yo no voy a terminar preso. Yo voy a seguir en libertad. Porque voy a tener el suficiente poder económico como para evitarlo.
La ruptura del contrato entre la AFA y Torneos y Competencias, la Ley de Medios Audiovisuales, el impulso a la investigación sobre la identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera, la decisión de declarar caducada la licencia de Fibertel, el intento de quedarse con Papel Prensa por la vía administrativa y la pretensión de hacerlo bajo la acusación a Clarín y LA NACION de haberse apropiado de esta firma por medio de un delito de lesa humanidad, se inscribe en ese plan estratégico, preventivo y letal.
La jugada de Kirchner está disfrazada de cruzada épica que pone al ex presidente como un Quijote en lucha contra corporaciones maquiavélicas que pretenden manejar la conciencia de los argentinos.
Sin embargo, semejante acción inmaculada debería estar acompañada, como mínimo, de hechos corroborados con la verdad.
¿Se quedó el Estado con la transmisión del fútbol para beneficiar a los argentinos o es un nuevo instrumento para hacer propaganda oficial financiada por los impuestos de todos?
¿Impulsó la Ley de Medios para equilibrar el poder de los multimedios, desconcentrar la información y democratizar el acceso a las noticias o lo hizo para fundar un nuevo monopolio de medios oficiales como el que diseñó en la provincia de Santa Cruz?
¿Dejó de agitar el caso Noble Herrera porque la causa no avanza o porque la probable conclusión no favorece a sus intereses de destruir al Grupo Clarín?
¿Eligió presentar el informe Papel Prensa: La Verdad porque desea, en efecto, conocer la verdad o porque la vía administrativa está a punto de fracasar?
Entre el testimonio de Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, y Rafael Ianover, quienes denuncian que Papel Prensa fue obtenida por torturas y amenazas, y el de Gustavo Caraballo, quien afirma que fue vendida antes de la detención de los dos primeros, hay una fuerte lucha de intereses que tiene mucho más que ver con el poder que con la búsqueda de la verdad.
Si Kirchner hubiera perseguido la justicia desde el principio, y no le hubiera permitido al grupo Clarín consolidar y ampliar sus negocios a cambio de protección, y si los hechos denunciados hubiesen sido incontrastables, hoy la opinión pública estaría del lado del Gobierno y no dudaría tanto de semejante movida.
Pero la pregunta pertinente, ahora mismo, es si la oposición, la Justicia, los medios y la sociedad están en condiciones de ponerle límites a una persona que no los tiene.
Especial para lanacion.com