(Columna publicada en Infobae y presentada en Radio Berlín) El Presidente dice que no hay una contrapropuesta racional y menos traumática para aumentar las tarifas, pero eso no es cierto. A esa manera la planteó no hace mucho Martín Lousteau en un programa de televisión y no parece descabellada.

Es cierto que las acciones del ex ministro de Economía de Cristina Fernández y exembajador de los Estados Unidos están en baja. Lousteau fue nada menos que el ideólogo de la resolución 125 que multiplicó las retenciones al campo y por un momento creyó que le podía ganar a Horacio Rodríguez Larreta las elecciones para jefe de Gobierno de la Ciudad, pero en las últimas legislativas su buena estrella se terminó apagando.

El exministro y ahora afiliado a la Unión Cívica Radical propuso, en su momento, extender los aumentos en el tiempo, pero no de manera indefinida. Con una tabla predeterminada que acompañe, por supuesto, la inflación, y la supere, levemente, para que de manera paulatina Argentina termine pagando el mismo costo de la energía que hoy se paga en Uruguay, Chile o Paraguay.

Ese esquema, previsible y sin "golpes" de aumentos "compulsivos", permitiría planificar no solo a los proveedores, sino también a los usuarios. Y el verdadero cambio de cultura sobre el consumo de energía que espera Macri se haría también, de manera paulatina, escalonada, pero más sustentable y tolerable.

El Presidente y también el ministro de Energía, Juan José Aranguren, aseguran que recomponer el precio de la energía en un plazo de 4 años es lógico y muy gradualista, pero me parece que no están teniendo en cuenta de dónde venimos y cuáles están siendo las consecuencias del ritmo y la intensidad de los aumentos.

El congelamiento de las tarifas al público que decidieron Néstor y Cristina al mismo tiempo que se subsidiaba y compensaba a las empresas para que no quebraran terminó con el peor de lo resultados: millones de argentinos que todavía siguen defendiendo la idea de que la luz, el gas, el agua y el transporte deberían ser casi gratis, mientras ventean energía con las estufas prendidas las 24 horas y usan el aire acondicionado, en verano, a 17 grados.

Son los mismos que hasta hace poco salían a la calle a cacerolear y cortar las avenidas de su barrio, cada vez que se quedaban sin luz. Vecinos a los que les cuesta comprender que la mayoría de los cortes de luz tuvieron como motivo central el congelamiento de las tarifas, cuya consecuencia inmediata fue la falta de inversiones para mantener el servicio de manera sustentable.

La propuesta de Lousteau, si mal no recuerdo, es extender la recomposición tarifaria de 4 a 8 años, algo que el Presidente considera, por ahora, inaceptable.

El argumento de Macri es que este cronograma, el de 8 años, pondría en riesgo la capacidad de pedir dinero a tasas razonables en el mercado de capitales.

Sin embargo otros economistas, como Martín Redrado, sostienen que el mundo todavía tiene mucho dinero para prestar. También afirma, Redrado, que el capital siempre busca previsibilidad, por más que el tiempo se extienda más allá de un período presidencial.

Los golpes de tarifas que llegan cada tanto pueden estar justificados, pero su efecto en el ánimo de los argentinos es devastador. Sería el mismo impacto negativo que sufriría cualquiera de nosotros si, cada tanto, nos viniera una boleta con los gastos por el uso del whatsapp, después de haber utilizado la aplicación, de manera gratuita, durante años y años.

Sin embargo, la mayoría de los clientes, pagaría sin chistar, a lo largo del tiempo, un abono más o menos razonable para seguir comunicado por esa vía. Pero si nos cobraran, cada tanto, el 100 o el 200 o el 300 por ciento de lo que antes nos regalaban, propiciaríamos un apagón de la aplicación, o buscaríamos una solución alternativa un poco más barata.

Lilita Carrió lo intuye. Por eso se presentó como una opción alternativa. Y políticamente correcta. De paso les taponó el espacio libre que hasta ahora tenían Cristina Fernández y el resto de la oposición. Muchos fueron grandes abanderados de la energía gratuita y subsidiada. Debido a sus recetas se tuvo que declarar la emergencia energética. Y ahora se presentan como los nuevos salvadores de la Patria.