Néstor Kirchner no cambiará nunca, le darán de alta después de la angioplastía y en las próximas horas estará otra vez en su puesto de mando, preparando el próximo ataque contra sus "enemigos". Es decir: reaccionará igual que en 1996, cuando le comunicaron oficialmente que padecía de colon irritable y fue operado de hemorroides.

Aquel día se fue, derecho, desde la sala de cirugía a la residencia del gobernador de Santa Cruz, y sin haberle avisado a su esposa ni sobre su dolencia ni sobre la intervención. Lo hará así porque regresar, "triunfante", de inmediato, es parte de su esencia personal y de su pensamiento político. Y lo hará así, también, porque no conoce otra manera de salir de estas complejas situaciones que "haciendo política". O aún mejor: tomando una decisión detrás de otra para mantener y acumular el poder.

En 1996, cuando lo operaron de hemorroides, en Río Gallegos, venía de un pico de "malasangre" porque sus aliados en el gobierno de la provincia le exigían contratos para sus partidarios y él no estaba dispuesto a entregarlos.

Doce años, después, en abril de 2004, lo atacó una gastroduodenitis erosiva aguda con hemorragia que puso en serio riesgo su vida. Aunque jamás se informó sobre la verdadera gravedad de la afección, fuentes consultadas para la investigación de El Dueño revelaron que para su recuperación, Kirchner necesitó de la transfusión del equivalente a la mitad de sus glóbulos rojos. Entonces, le echaron la culpa a la ingestión de un fortísimo analgésico y antiinflamatorio llamado keterolac. Se lo había suministrado, el entonces número dos del PAMI, José "Bochi" Granero, a pedido del propio paciente, quien se quejaba por el dolor de un tratamiento de conducto que le estaba haciendo su odontólogo Luis León. Pero semejante cuadro se le produjo días después de que se le planteara el mayor desafío político desde la asunción de la Presidencia en mayo de 2003: la multitudinaria marcha en repudio por el secuestro y posterior asesinato de Axel Blumberg.

En febrero de este año, la operación de la carótida derecha fue posterior a una intensa maratón de discusión por el poder que incluyó una acusación personal: la compra de dos millones de dólares en octubre de 2008 para adquirir acciones de la empresa que explota su hotel del Alto Calafate. Tan afectado estaba por la denuncia, que se comunicó personalmente con el relator deportivo Víctor Hugo Morales para aclararle que los había comprado "de buena fe".

Después de eso, Kirchner no tardó ni una semana en volver a su actividad normal. Y solo disminuyó el tiempo de sus discursos y la intensidad de su voz para complacer a su médico personal, Luis Buonomo, un profesional de buen corazón pero sin el carácter necesario como para hacerse obedecer en situaciones como las que se presentan ahora.

El colon irritable y las afecciones cardio y cerebrovasculares son propias de las llamadas personalidades tipo A: individuos hiperactivos, competitivos, exigentes, exitosos y ansiosos.

A la angioplastia de ayer la precedió un mes de intensa "pelea" contra el Grupo Clarín que contempló la caducidad de la licencia para Fibertel y la acusación a los accionistas de Papel Prensa de haber cometido delitos de lesa humanidad. Decisiones estratégicas que no concluyeron en "victorias" y aumentaron el rechazo de un amplio sector de la clase media, según datos de una prestigiosa consultora, la misma que predijo su derrota en la provincia de Buenos Aires en las elecciones del 28 de junio de 2009.

Para los que especulan con la posibilidad de que Kirchner vuelva a ser elegido presidente de la Nación, será útil recordar que el crecimiento de su imagen positiva y la baja de su imagen negativa se empezó a registrar justo en marzo de este año, después de la operación en la carótida derecha, aunque sería prematuro aventurar que semejante percepción se traslade a la intención de voto.

 

Publicado en El Cronista