(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Dicen que Mauricio Macri está decidido a jugarse todo por el todo. Esto es: decir a los argentinos la verdad, o la que cree su verdad, aunque sea triste y duela. Y aunque hacerlo signifique no poder aspirar a su propia reelección.

Dicen también que dejará en la retaguardia a la gobernadora María Eugenia Vidal y, eventualmente, a Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y otros ministros, como Nicolás Dujovne, Rogelio Frigerio, Hernán Lombardi, Jorge Triaca y Guillermo Dietrich, para que vayan explicando, cada tanto, lo que el Presidente no puede estar explicando todos los días.

Sería un cambio de estrategia en la comunicación política. El "sangre, sudor y lágrimas" de Winston Churchill, pero adaptado al siglo XXI.

Alientan al jefe de Estado y su equipo el impacto de la conferencia de prensa del miércoles pasado, en la que Macri, espontáneo, empezó a asumir como propios algunos de los errores que vino cometiendo el Gobierno desde que asumió. Se lo vio natural, muy poco rígido, y mucho más cercano a lo que se denomina opinión pública.

Sin embargo, nadie debería confundirse. Macri no se transformó de la noche a la mañana. Ni modificó abruptamente sus ideas. Apenas empezó a aceptar un cambio en la manera de implementarlas.

Designar a Dujovne ministro coordinador no es instalar a hombres con enormes egos como Domingo Cavallo o Roberto Lavagna. Es aprovechar a "Nico", un técnico preparado, de buenos modales, que no levanta la voz, como interlocutor único del FMI, y, al mismo tiempo, como eventual fusible, después de ungirlo como responsable de contener el gasto y bajar el déficit.

Aceptar el retorno de dirigentes como Emilio Monzó y Ernesto Sanz no es desautorizar al jefe de Gabinete Marcos Peña. Es, en especial, meter "adentro" a los aliados para que discutan, sugieran, se opongan y apoyen. Pero es también evitar que hagan la gran Lilita Carrió, quien dice y hace siempre lo primero que se le ocurre y que con su "espontaneidad" a veces afecta la confianza y credibilidad del Gobierno.

Ayer, en La Cornisa, Vidal empezó a mostrar una sutil pero importante diferencia con el Presidente.

Dijo que primero iba a confirmar y después se iba a encargar de publicar los nombres de los formadores de precios que están remarcando a pesar de no tener en sus productos componentes importados atados a la cotización del dólar. Es algo que se habló, el viernes pasado, en Oviedo, en una cena a la que asistieron la gobernadora, Peña, Horacio Rodríguez Larreta, Sanz y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, entre otros.

Vidal está muy lejos de pensar como el energúmeno de Guillermo Moreno, pero tampoco cree en la ingenuidad de los defensores a ultranza del libre mercado.

La Gobernadora cree que es tan importante ser como parecer, y por eso envía todo el tiempo señales para eliminar o bajar los gastos de la política.

Su lema es: "Antes de ajustarle a la gente, tenemos que ajustarnos los dirigentes". Por eso le puso plazo a la presentación de las declaraciones juradas de los integrantes de la legislatura.

"Pongamos la verdad sobre le mesa. Pero la de todos", insistió, ayer, después de finalizado el programa.