Aunque muchos de sus colaboradores, a sus espaldas, le siguen diciendo "El Loco", es evidente que Néstor Kirchner no lo está. Y sin embargo, hasta los que lo apoyan incondicionalmente se vienen preguntando, desde hace tiempo, por qué toma decisiones que no se caraterizan por estar revestidas de sentido común. O, que, en algunos casos, podrían ser consideradas irracionales y que atentan contra su futuro político.

Para no abrumar al lector, hablemos solo de las más actuales y rutilantes. Todo el mundo tiene claro que la última batalla de la cruenta guerra contra Clarín fue perdida por el kirchnerismo, ya que nadie, después de semejante embestida de la Presidenta, podría asegurar que los accionistas de Papel Prensa estuvieron cerca de haber cometido un delito de lesa humanidad. ¿Para qué avanzar entonces esta semana con el pedido de detención de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre ante la justicia si los datos de la realidad no se compadecen con la tremenda movida? Lo mismo podría decirse sobre al reto público de Kirchner a Daniel Scioli o la negativa de acatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia que le ordena al gobierno de Santa Cruz reponer en su cargo al procurador Eduardo Sosa. ¿Por qué el jefe de un proyecto político que pretende continuar y acumular más poder se pelea con el único integrante de su fuerza al que todavía las encuestas le sonríen? ¿Ignora o no calcula que es una jugada a pérdida completa? ¿Y por qué elige un enfrentamiento abierto con una de las pocas instituciones argentinas de más prestigio y respaldo social, la misma Corte que él ayudó a construir cuando era Presidente y los ciudadanos se empezaban a enamorar de sus decisiones?

Para los que todavía suponen que detrás de cada jugada de "El Loco" hay una genialidad política que nadie alcanza a vislumbrar, hay una pregunta pertinente cuya respuesta es obvia. Con la marcha de la economía y el aumento del consumo y la recaudación impositiva, ¿quién estaría dudando de un seguro regreso de Néstor Kirchner a la presidencia en octubre de 2011 si no se hubiera montado en tantas peleas inútiles? Sin embargo, todos los pronósticos electorales lo siguen mostrando derrotado en segunda vuelta contra cualquier candidato capaz de hacerle fuerza en la primera. Imaginemos por un momento que no se hubiera producido el conflicto con el campo y que no hubiese tenido lugar la desangrante pelea del gobierno contra el Grupo Clarín: ¿No se podría transformar en realidad el sueño kirchnerista de mantenerse muchos años en el poder, pero por la vía de la seducción, como lo hará, por citar un solo caso, el proyecto político encabezado por Lula Da Silva en Brasil?

Después del último episodio que afectó la salud del ex presidente, volvieron a ponerse sobre la mesa patologías que mezclan los rasgos de la personalidad con las decisiones políticas. Conductas que obligan a incluir, dentro del propio análisis político, características personales del hombre que viene manejando los asuntos de la Argentina desde mayo de 2003. Desde su personalidad tipo A (ambicioso, de reacciones violentas, exitoso, competitivo) hasta la asociación con el síndrome de Hybris o Hubris (la llamada enfermedad del poder, que afecta a quienes lo ejercer durante mucho tiempo y los hace tomar decisiones irracionales).

En un encuentro reciente, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández le dijo al ex presidente Eduardo Duhalde:

–Este de ahora no es Kirchner.

Pero Duhalde lo contradijo:

–No te confundas: siempre fue el mismo.

–Por lo menos el hombre con el que trabajé todos los días durante años no cometía tantos errores ni tomaba tantas decisiones impulsivas.

–Porque hasta ese momento vos funcionabas como un freno inhibitorio y todavía le costaba manejar al país como había manejado Santa Cruz.

Duhalde tampoco piensa que Kirchner está loco, pero cree en la necesidad de evitar que siga haciendo locuras políticas.

 

Publicado en El Cronista