Además de su evidente obsesión por acumular más poder, Néstor Kirchner siempre tuvo la pretensión de funcionar como el dueño de un influyente medio o un Jefe de Editores de un diario importante. Hay incontables hechos que lo confirman. Recuerdo uno del que fui testigo presencial. En uno de sus primeros viajes oficiales al exterior, el viernes 1° de febrero de 2004, en el medio de una parada técnica en la zona militar del aeropuerto de Fortaleza, se sentó frente a una computadora abierta, abrió Internet, miró de reojo a los periodistas que viajaban junto a la comitiva y sentenció:
- ¡LA NACION miente!
Entre los susurros de ministros y periodistas que cubrían el viaje, puso el dedo índice en el título de la nota de tapa más importante. Rezaba:
"La Argentina dice que no tiene bienes embargables"
-¿Por qué dice que el título miente?- preguntó con timidez un colega.
- Porque es el Estado, y no a la Argentina a la que podrían embargar. LA NACION pone "La Argentina" porque me quiere perjudicar.
La nota aludía a la primera decisión de la justicia estadounidense a favor de los acreedores de la deuda externa argentina. En todo caso, podía ser discutida la interpretación, pero nadie dudaba que la iracunda queja del Presidente sonaba, por lo menos, exagerada. Era la época en que los exabruptos de Kirchner eran festejados por casi todos, porque gozaba de una imagen positiva elevadísima.
Lo mismo -editar la realidad- trató de hacer algunas mañanas, desde 2005 hasta antes del conflicto con el campo, en 2008, cada vez que interpretaba que una noticia del matutino Clarín lo perjudicaba. Sólo que lo intentaba al día siguiente de publicado. Sucedía entre las 8 y las 9 de la mañana. Primero insultaba. Después tomaba el teléfono y llamaba a un importante directivo del grupo. El directivo lo aplacaba como podía. Y Kirchner terminaba casi exigiendo, como si fuera el mismísimo dueño del diario:
-Mañana corrijan el error.
Algo del actual resentimiento contra Clarín se fue incubando cuando el jefe de Estado, después de leer completo el matutino del día siguiente, no encontraba "la corrección del error" que había reclamado por ningún lado.
Ahora mismo, Kirchner funciona como algo más que un editor: es algo así como el Gerente intermitente de Programación de Canal 7 y también de Canal 9. Porque no solamente telefonea cada vez que lo cree necesario, en el medio del programa 6 7 8, en vivo, a Diego Gvirtz. También se ocupa, en persona, o a través de dos funcionarios del área, de chequear los horarios del inicio de transmisión de los partidos en los que juegan, en especial, Boca Juniors y River Plate.
Los telefonazos a Gvirtz fueron confirmados por dos fuentes independientes. Una es un productor del propio programa y, aunque ya se curó de espanto, no deja de sorprenderse cada vez que ingresa un nuevo llamado del Gran Editor. La otra fuente estaba con Kirchner cuando éste llamó al productor y no se sorprende, porque reivindica la intromisión: "¿Y cuál es el problema? Néstor defiende el proyecto con todas las herramientas que tiene a su alcance".
Ambas fuentes confirmaron que Kirchner llama para quejarse por la postura de algún invitado o panelista, o para cambiar el texto de los informes. Por eso el lenguaje del programa parece cada vez más destinado a "la orga política" y menos al público en general. (Incluso al público que está de acuerdo con la gestión del Gobierno).
La confirmación del horario de los partidos, para el diputado nacional Kirchner, es algo imprescindible. Desde que le explicaron como funciona el comportamiento de las audiencias en televisión, él, o sus asesores, se preocupan de garantizar tres cosas. La primera: que 6 7 8 aparezca después de la transmisión de un encuentro entre Boca o River, para que el periodístico militante reciba un buen colchón de rating. La segunda: que Bajada de Línea, el programa que conduce Víctor Hugo Morales, en Canal 9, no entre en competencia directa con la emisión de ningún partido del Fútbol para Todos. Y la tercera: que todos los sábados Televisión Registrada sea emitido "después del fútbol", también en Canal 9, con el mismo objetivo: proteger un programa que defiende su proyecto.
- Kirchner es una esponja que chupa todo, y lo utiliza como mejor le conviene: no me sorprende que hoy esté pendiente del rating de sus programas favoritos- me dijo esta semana alguien que estuvo muy cerca de él casi todos los días, hasta hace dos años.
Los esfuerzos del Gran Programador no están dando los resultados esperados. En el último fin de semana , 6 7 8, a pesar de haber recibido casi 19 puntos de la transmisión del partido Boca, en el que Martín Palermo hizo tres goles, tuvo un promedio de 3.7 puntos. Y el tercer programa de Bajada de Línea, logró el peor promedio de Canal 9 del domingo pasado: 2.7.
El relativo bajo interés de los espectadores por los programas paraoficiales no desalienta al Gobierno. Así como encontraron en los medios críticos al último enemigo a quien echarle la culpa por la derrota de las últimas elecciones legislativas, ahora van por Ibope, la medidora que, según Gabriel Mariotto, no refleja, como corresponde, el verdadero índice de audiencia que registra la pantalla del canal público.
Ibope es la única medidora homologada por los cuatro canales privados abiertos y también por el Canal 7, desde hace diez años. Cuestionada en distintos momentos por diferentes programas, es la Biblia con que las centrales de medios y el resto de los anunciantes pautan la publicidad.
El domingo pasado, por televisión, Mariotto confirmó de manera oficial, lo que era un secreto a voces. Que el Gobierno usará otro modo de medir el rating, aunque todavía no resulta claro cuál. En junio, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, anticipó que lo iban a hacer en base al padrón de los contribuyentes de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), pero no explicó cómo. Hace días, Tristán Bauer, máxima autoridad de Canal 7, advirtió a un directivo de Ibope que instalaría medidores de audiencia en cada nuevo decodificador que distribuirán entre los argentinos más humildes. Y Mariotto anunció que encargaría la compleja tarea de calcular el rating a universidades públicas.
- Van a ir con a cada central de medios con el nuevo Ibope K y van a obligar a las agencias a pautar en los programas de los amigos- se agarró la cabeza un directivo de la Cámara Argentina de Anunciantes.
Muchos hombres de la industria de la televisión sostienen que no serían capaces de ejecutar semejante locura. Pero otros lo vislumbran como el fin de una parábola perfecta: inventan una realidad paralela, la presentan como la única verdad, obligan a las empresas a pautar en sus programas e informan al público en general, que esa noticia, o esa opinión, es la que prefiere, sin duda, y de manera excluyente, la abrumadora mayoría de los argentinos.
Especial para lanacion.com