(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) El haber tenido que recurrir al Fondo Monetario Internacional, el prestamista de última instancia, es una evidencia de que la Argentina estaba punto de caer en una crisis gravísima.
Un anticipo claro de que íbamos a una hiperinflación como la de Venezuela, o a un superajuste como el que disparó el corralito y terminó con la caída de la actividad económica más brutal de toda la historia de la argentina.
Pero el haber conseguido un préstamo de 50 mil millones de dólares, quizá el más importante, de cesión más rápida en toda la historia del FMI, y con metas exigentes pero no incumplibles, es una buena noticia.
Los principales socios del Fondo, que son los países más grandes y poderosos del mundo, empezando por los Estados Unidos, decidieron seguir apostando a una experiencia de gobierno que busca impedir el retorno del populismo en cualquiera de sus formas.
Es decir: a la mentira sistemática como exclusiva forma de gobernar. Discutir cómo llegamos a esto es pertinente. Tan pertinente como plantear qué puede pasar en el futuro inmediato.
Porque por encima de la eventual reelección de Mauricio Macri está la posibilidad de que la Argentina vuelva a caer en una nueva corrida cambiaria, una nueva devaluación y una nueva crisis económica, que podría terminar todavía peor de que la sufrimos hace días.
¿Y cómo llegamos a esto?
Por cuestiones que no son responsabilidad de este gobierno, pero también por decisiones estratégicas equivocadas de esta gestión. Es verdad: ni la sequía ni las posteriores lluvias abundantes, igual de nocivas, fueron decisiones de esta administración. Sin embargo algunos expertos sostienen que se las veía venir, y que el Estado se pudo haber anticipado y minimizado las consecuencias.
También es cierto que ni la suba del petróleo, ni el aumento de las tasas de referencia de la Reserva Federal eran decisiones que se podían controlar con una botonera, desde la Casa Rosada. Pero es igual de verdadero que tanto Macri como su ministro de Finanzas, Luis Caputo, esperaban, desde enero, que ambas situaciones impactarán en la economía, una de las más vulnerables de la región, por su dependencia de financiamiento externo.
¿Y cuál fue el principal error estratégico de este gobierno? No terminar de decir a los argentinos la verdad de manera completa. Confiar demasiado en los focus groups que aseguran que la mayoría de la opinión pública está por encima de la dirigencia y que por lo tanto no hay que insistir con la mala onda, porque, al final, la verdad se impondrá por su propio peso. Subestimar a dirigentes como Cristina Fernández y a Hugo Moyano, quienes no solo apuestan a que al Gobierno le vaya mal. Además poseen el mejor incentivo para jugar al cuánto peor mejor: tienen que evitar ir presos, por cualquier medio. Ellos y, eventualmente, sus hijos, Máximo Kirchner y Pablo Moyano.
El Gobierno y Cambiemos parecen subestimar, además, el hecho de que ni a la ex presidente ni al líder de los Camioneros les importa un comino lo que se puedan llevar puesto en el intento. Un gobierno, las instituciones, o un país. Además de hablar más claro, de explicar en detalle todo lo que está pasando, sin filtro, Macri debería asumir que las posibilidades de éxito en esta nueva fase de su gobierno son mínimas. Inciertas. En especial, desde la lógica política.
Bajar el déficit, como acordaron con el FMI, era algo que el ministro de hacienda, Nicolás Dujovne, ya venía haciendo. Pero bajarlo de 2,7% a 1,3% o 1,4% implica un ahorro de más de 250 mil millones de pesos. Y para hacerlo, el Gobierno necesita un amplio consenso en la aprobación del presupuesto.
En efecto, el Poder Ejecutivo precisa de los gobernadores y los legisladores peronistas no kirchneristas. Pero los gobernadores y los peronistas racionales del Congreso ya están en fase preelectoral y, desde hace un par de meses, sienten que puedan ganar las elecciones presidenciales de 2019. ¿Por qué razón entonces deberían facilitarles el acuerdo? Macri tiene dos antecedentes bien frescos que preanuncian el rechazo: uno, la aprobación con fórceps del nuevo cálculo de aumentos a los haberes jubilatorios, que dicho sea de paso, un fallo de segunda instancia puso en cuestión. El otro: el veto a la ley de propuso retrotraer las tarifas a 2017.
¿Por qué razón ahora el peronismo racional no va a jugar igual, y encima corrido por izquierda por Cristina, los Moyano, los Roberto Baradel, los Luis DElía y los Hebe de Bonafini?
Macri debe instruir a sus espadas políticas para que separen la paja del trigo en la oposición. Y, en el caso de que no lo puedan hacer, poner sobre la mesa los motivos y las razones de por qué no se llegó a un acuerdo. También, por supuesto, decirle a los argentinos los riegos que se corren, pero desde ahora mismo. De lo contrario, además de perder una elección, la Argentina volverá a caer en una crisis, cuya magnitud no me atrevo a predecir aquí y ahora.