Aunque nadie todavía lo da por muerto, dentro y fuera del peronismo se empieza a sospechar que Néstor Kirchner está en su peor momento político desde que asumió en 2003.

El veto de la Presidenta a la actualización del 82 por ciento móvil para las jubilaciones mínimas es solo el último de los datos que revela que el proyecto del ex presidente está empezando a mostrar serios síntomas de confusión política y resquebrajamiento de la disciplina entre sus seguidores.

La decisión de Cristina Fernández desnuda la fragilidad del gobierno en tres dimensiones. Una: el kirchnerismo ya no podrá agitar la bandera de fuerza progresista, porque a partir de ahora hasta el opositor más ingenuo le dirá que fue incapaz de redistribuir el presupuesto para hacer justicia con los trabajadores jubilados. Dos: para disimular el escándalo político del veto, los voceros oficiales se vieron obligados a poner el acento en "la nueva traición de (Julio) Cobos" y a incluir en la agenda de los temas "oficiales" el multitudinario acto de Hugo Moyano en River, lo que los aleja todavía más de la clase media a la que necesitan reconquistar si quieren mantenerse en el poder. Y tres: la derrota en el Senado demuestra que Kirchner ya no controla ni siquiera a golpe de chequera a los antigüos aliados que antes votaban con la cabeza gacha.

El otro problema de Kirchner es todavía más profundo: aún cuando decidió inyectarle al mercado 20 mil millones de pesos más para alentar el consumo y generar la falsa sensación de que la economía continúa creciendo a tasas chinas, muchos argentinos siguen comprando autos, plasmas y boletos de avión para viajar dentro y fuera del país, pero declaran que no van a volver a votarlo. Es decir: su fórmula de manotear fondos de ANSES, el Banco Nación y el Banco Central no le alcanza para perforar el techo del 30 por ciento y llegar hasta el 40 por ciento de los votos que necesita para ganar en primera vuelta en las próximas elecciones presidenciales de octubre del año que viene.

Esto no es un invento del periodismo maquiavélico. Lo admiten en público los encuestadores más o menos serios y también los que trabajan para el ex presidente y le acercan números de La Matanza, la provincia de Buenos Aires y todo el territorio nacional.

¿Kirchner se dio cuenta que ya no tiene chances y abandonará entonces su pretensión de postularse como el Gran Candidato? ¿Abdicará a favor de Cristina Fernández, a quien tampoco le dan los números, o sucumbirá frente a Daniel Scioli, uno de los políticos argentinos que más desprecia? ¿Fue el anuncio del cambio de domicilio a Santa Cruz un anticipo de su retirada o una jugada pour la galerie, para volver otra vez con más fuerza mientras sus adversarios bajan la guardia?

Lo único que se puede asegurar, con el sencillo ejercicio de mirar los números del presupuesto, es que Kirchner tiene ahora mismo y tendrá el año que viene mucho dinero para distribuir de manera discrecional y como mejor le parezca. Algo así como 55 mil millones de pesos.

Y es probable que en este contexto elija con precisión el momento, la forma y el porcentaje de los próximos aumentos en la denominada Asignación Universal por Hijo, los haberes jubilatorios y los más de veinte planes que manejan los punteros de las organizaciones sociales que llevarán a votar a sus afiliados para las elecciones del año que viene.

Encerrado en su narcisista análisis político, Kirchner todavía piensa que las elecciones del año pasado las perdió por culpa de los medios y de la falta de clientelismo directo que su fuerza ejecutó en La Matanza y su zona de influencia.

En este contexto, la mala noticia para los argentinos es la bomba de tiempo que se empieza a activar a partir de la política económica que se empezó de delinear con la salida de Roberto Lavagna y que se hizo más evidente con la renuncia de Martín Redrado. La bomba está compuesta de los siguientes elementos:

* Subsidios al transporte y la energía que cada vez insumen más porcentaje del presupuesto. Subsidios que le permiten al vecino de Barrio Parque pagar la luz y el gas más barato de todo el continente y al habitante de San Isidro viajar en tren casi gratis, comparado con lo que debería abonar en cualquier país del mundo.

* Miles de millones de pesos en planes de vivienda, trabajo y otras modalidades que van a organizaciones con nombre y apellido y sin ningún control. Instituciones y sindicatos como el de camioneros, que protestarán para mantener y aumentar sus derechos adquiridos sea quien fuera el que suceda a Cristina Fernández el año que viene.

* Una aceleración de la inflación real que la mayoría de las consultoras privadas consideran peligrosa.

Redrado, por ejemplo, supone que si esta bomba de tiempo no se empieza a desarmar ahora mismo, el año que viene será tarde para impedir que le estalle en la cara al gobierno que viene.

Él cree que el límite es una inflación anual del 30 por ciento. Y que por encima de ese nivel, es muy difícil impedir una nueva espiral inflacionaria que produzca un desmadre general en todos los números de la economía. ¿Estamos a punto de pasar ese límite? Todavía nadie puede asegurarlo. Mientras tanto Kirchner, como buen jugador compulsivo, está a punto de apostar todo a un solo número, pero con la plata de todos los argentinos.

 

Publicado en El Cronista