Ni la presidenta Cristina Fernández ni Néstor Kirchner apretaron el gatillo que asesinó al militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra, pero ambos son responsables de haber creado las condiciones políticas para que el crimen tuviera lugar. No se necesita demasiada imaginación para explicarlo. Ambos convalidaron los métodos de apriete, extorsión y exhibición de fuerza de Hugo Moyano y sus aliados. Ambos ordenaron a la Policía Federal no usar la fuerza en ningún caso para repeler los cortes de ruta en particular y las manifestaciones en general. Y ambos aceptaron, por acción u omisión, que las fuerzas de choque reemplazaran a las de seguridad cada vez que esas manifestaciones se salieron de su cauce. Es decir, tercerizaron la represión, igual que permitieron a los caciques de la Unión Ferroviaria (UF), en sociedad con la Secretaría de Transporte, tercerizar los servicios de limpieza y seguridad para explotar y "negrear" a los propios trabajadores. A los ejemplos de tercerización de la violencia los conoce todo el mundo. Desde los incidentes del Hospital Francés hasta el disparo del chofer de Moyano en San Vicente quien no terminó con la vida de nadie porque le falló la puntería.

Pero eso no es todo. Cuando todavía no habían pasado horas del brutal asesinato, Kirchner agitó la hipótesis de que era Eduardo Duhalde el verdadero autor intelectual del crimen. Y lo hizo en base a una noticia falsa que un irresponsable bloguero k se encargó de difundir y que la agencia oficial Telam y el engendro paraoficial de “6, 7 y 8” se ocuparon de legitimar y multiplicar. La noticia era una reunión entre Duhalde y el secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza. El encuentro había tenido lugar, pero no días atrás, como informó a manera de denuncia incontrastable el impresentable bloguero k, sino hace más de un año, como consignó en su momento El Cronista Comercial.

Pretender que Duhalde bendijo la planificación del asesinato de Ferreyra es tan miserable como acusar de lo mismo a Kirchner, a Cristina Fernández, a los ministros de Economía Amado Boudou, de Educación Alberto Sileoni, o a la periodista y militante oficialista Sandra Russo, solo porque uno de los sospechosos de haber disparado contra Ferreyra, Cristian Favale, subió a Facebook fotos con los tres últimos en una peña kirchnerista.

Por el mismo sendero politiquero, hipócrita y oportunista parecen moverse Hugo Moyano y otra parte del gobierno. Porque todo el planeta sindical sabe de memoria que el jefe de la CGT y Pedraza comparten los mismos intereses, y que el segundo puso a disposición a cientos de ferroviarios para llenar el último acto en Ríver. Sin embargo, en las últimas horas, Moyano hizo una voltereta en el aire y se quiso presentar como el nuevo defensor de los trabajadores ferroviarios tercerizados. Ahora el camionero negocia con el Ministerio de Trabajo el pase a planta que les había sido negado una y otra vez. Es una maniobra parecida a la que intentan Kirchner y la Presidenta al colocarse como los impulsores de la investigación judicial sin haber realizado la mínima autocrítica sobre las causas profundas que permitieron el asesinato.

La matanza de Mariano Ferreyra, otra vez, dividirá a la sociedad en dos partes. En una se ubicarán aquellos que entenderán el crimen como una lección para comprender lo que nos espera si en octubre del año que viene no se elige a Kirchner como el único garante capaz de evitar que el moyanismo y todo lo que él representa se lleven puesto al país. Y en otra se instalarán aquellos que piensan que la única manera de poner un límite a semejante poder es hacer lo que se debe. Es decir: fomentar la libertad sindical para que los Gordos no sean reelectos a perpetuidad; quitarles las cajas millonarias que les permiten enriquecerse -como pretendió Graciela Ocaña hasta que Kirchner le bajó el pulgar- y ponerlos en evidencia frente a toda la sociedad cuando usan a sus trabajadores para acumular más poder y multiplicar sus negocios.

 

Publicado en El Cronista