(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) El Presidente dice que esta crisis (con una devaluación de casi el 120% desde principio de año, con el dólar casi a $ 40, una tasa de riesgo país de casi 780 puntos, una inflación anual que seguro pasará el 35% pero que, para algunos se podría disparar hasta llegar a una hiperinflacion) era algo que tendría que haber explotado, por lógica, en enero de 2016.
Cree que eso no ocurrió porque el cambio de presidente hizo que el mercado transformara al país en la plaza emergente de moda más atractiva. Y que entonces el mundo nos empezó a prestar dinero a tasas más razonables.
Dice que durante un tiempo nos fue más o menos bien porque en vez de hacer un ajustazo, su administración practicó el gradualismo, pero que aun así la oposición boicoteó la transición de un país loco y defaulteado a un país normal, oponiéndose a la política tarifaria y a la reforma previsional.
Macri dice que 2016 pudo haber sido una catástrofe y no fue. Que 2017 también, pero que la piloteamos. También dice que todo cambió después de una bomba externa multipropósito que incluyó:
* La suba de la tasa de referencia de la reserva de EE.UU., que provocó la absorción de todos los dólares que estaban dispersos por el mundo a inversiones más seguras
* La sequía, que hizo perder entre 1.5 y 2 puntos del PBI.
* La recesión de Brasil.
* La dificultad de su gobierno para asegurar a los mercados que llegarían a las metas de déficit prometida, ya que los antecedentes de la Argentina, con un déficit crónico durante los últimos 70 años y una declaración festiva de default hace apenas 16 años, nos sigue haciendo aparecer como unos irresponsables e incumplidores.
Macri dice que así como ser el país emergente de moda hizo que fluyeran los dólares, de un día para el otro los fondos de inversión se fueron de la Argentina, temerosos de perderlo todo. Porque pasó de ser la niña bonita a transformarse en el país emergente más expuestos y más frágil.
También dice que llegamos a esta gravísima crisis porque solo nunca pudo. Porque siempre tuvo minoría en ambas cámaras. Y que ahora le queda una sola bala. Una bala no de plata, sino de oro. Una única gran oportunidad. Pero eso es lo que dice Macri. Y obsérvese que el jefe de Estado, en la mayoría de los casos, pone la responsabilidad o la culpa afuera.
Apenas reconoce, por lo bajo, una cierta mala praxis del Banco Central en el inicio de la primera corrida de abril. Apenas admite que fue él mismo quien tomó la decisión de hablar el martes a los mercados, en un mensaje que no solo lo intranquilizó más, sino que le pegó en el centro de su liderazgo y su credibilidad política. Macri dice todo eso.
Pero otros, dentro y fuera del propio gobierno, dicen en cambio:
* Que Macri ya perdió su gran oportunidad.
* Que arrancó bailando, en el sentido de vender alegría para ocultar la verdadera herencia explosiva.
* Que subestimó la crisis, creyendo que casi todo se podía arreglar solo porque él era muy distinto a Cristina y los mercados, y que entonces el sistema y el círculo rojo se alinearían como los planetas.
* Que no armó los equipos con idoneidad. Que por más que algunos ministros y secretarios puedan ser brillantes en la actividad privada, al no jugar en equipo y de manera fluida, terminaron fracasando.
Dentro y fuera del gobierno también dicen:
* Que el argumento Macri y Peña de no aliarse y no acordar con el peronismo racional desde el principio conlleva, en el fondo, un doble error. Primer error: menospreciar a la oposición. Y segundo: tener que ir ahora, en caso de que lo necesite, demasiado debilitado.
* Que Macri perdió la chance de tomar medidas de fondo dos veces. Una: en diciembre de 2015 cuando ganó y se convirtió en presidente. La otra: en octubre de 2017, cuando Cambiemos volvió a ganar las legislativas y su respaldo político era abrumador.
Dicen dentro y fuera del propio gobierno que Macri no fue a fondo con las reformas porque sus asesores pensaron más en el gradualismo y la reelección que en la tormenta de frente y sostenida que podía arreciar en cualquier momento. Que el hecho de ir a golpear la puerta del FMI demuestra que en el fondo, Macri sabía que todo estaba peor de lo que se le decía a la gente.
La pérdida de confianza y de votos de Macri tiene que ver precisamente con eso. Que no solo el núcleo duro, sino una mayoría de los argentinos depositaron su esperanza en que esta vez la Argentina se transformaría en un país normal. Con una inflación normal. De menos de un dígito. Como la que tienen Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, Perú y hasta Paraguay.
Ahora todo el país está nervioso. Y triste. Excepto los socios del Club del helicóptero, que viven esta crisis como la gran oportunidad de que gente como Cristina, Moyano, DElía y otros, se salven de ir a la cárcel. Pero tampoco hay que confundirse en eso. Porque, más allá de que el dólar se vaya a $ 50 y amenace una tormenta con el fantasma de la hiperinflación, hay un 70% que no quiere volver a los 12 años de saqueo y destrucción sistemática de la producción, la salud, la educación y la multiplicación de la pobreza que generó el kirchnerismo. Por eso, si ahora el Presidente tiene una bala de oro, es hora de que la dispare, sin ninguna especulación política. Y esto va también para la los ministros que están pensando en su propio sillón; y para los tiburones que están al acecho esperando que a Macri no le dé el oxígeno para llegar a diciembre del año que viene. Todos los estamos mirando. Todos sabemos a qué juego juegan.