El plan CFK 2011 o "Por siempre Néstor, Fuerza Cristina" no contiene ningún misterio. Además, su ejecución, a simple vista, no parece tan complicada. Incluye la prolongación del "efecto mito", la difusión continua de las cifras positivas de la economía y la puesta en evidencia del desconcierto que todavía domina a toda la oposición. Es decir: desde el Peronismo Federal (PF), hasta la Unión Cívica Radical (UCR), pasando por la Coalición Cívica (CC) de Elisa Carrió y Proyecto Sur, la fuerza que lidera Fernando Pino Solanas.

Desde que tomó estado público, la desaparición física de Kirchner no dejó de beneficiar a la Presidenta. La manera cinematográfica en que fueron presentados los funerales y el último adiós contribuyeron a generar la equívoca impresión de que Kirchner podía tener el mismo peso en la historia que Eva Duarte, Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín. La importante movilización juvenil cuyo protagonismo fue amplificado por el inteligente uso de los medios audiovisuales permitió a funcionarios como Gabriel Mariotto comparar las exequias de Kirchner con el emblemático 17 de octubre de 1945. Desde la vereda de enfrente, en privado, el jefe de Gobierno de la Ciudad consideró a la puesta en escena "una vergüenza". Además, criticó a dirigentes como Felipe Solá y a ciertos periodistas no oficialistas por haber "caído en la trampa" de la "enorme manipulación que se está haciendo de la muerte de un hombre que le hizo mucho daño al país". "No fue tan impresionante la despedida. Se montó un Truman Show y se aprovechó el duelo para conseguir más votos", se enojó ante sus partidarios.

¿Importa, diez días después de la muerte de Kirchner, calcular si fueron 50 mil o 200 mil las personas que fueron a despedirlo a la capilla ardiente montada en la Casa de Gobierno? ¿Importa determinar cuántos acudieron a la convocatoria en forma espontánea y cuántos lo hicieron en micros regenteados por organizaciones sindicales y políticas? Para el Gobierno, generar la sensación de que se dio vuelta el país es clave para prolongar el estado de cosas, igual que lo fue estirar el efecto bicentenario y difundir encuestas truchas que por entonces lo hacían ganar a Kirchner en primera vuelta. En este nuevo contexto, las apariciones públicas de CFK invocando la memoria de su esposo son, como diría la militancia K, funcionales al proyecto de reelección.

Para ilustrar lo efectivas que están resultando las apariciones de la Presidenta desde que enviudó, se deben destacar los primeros cinco minutos por cadena nacional y sus declaraciones en los actos públicos de la semana pasada. Deberían ser analizados por los expertos en comunicación como piezas únicas en materia de mensajes políticos realizados en situaciones extraordinarias. Las palabras entrecortadas por el principio de llanto, la confusión entre equipos de fútbol y partidos, el final abrupto y el hecho de que no lo haya repetido dieron al discurso en cadena de Cristina Fernández una "humanidad" que antes no había mostrado. Incluso hicieron pasar desapercibida a su irritante costumbre de corregir a todo el mundo, al aclarar que no era el momento "más difícil" de su vida sino el "más doloroso". Además, sus repetidas referencias a "Él", en alusión a su esposo, las apelaciones a su "presencia" caminando "entre la gente", mezclado entre la militancia y la idea de que a partir de ahora todo lo hará en honor a ese hombre "que se inmoló y dio la vida por la Argentina" parecen darle a sus acciones un contenido y un sentido que nunca antes habían aparecido.

El kirchnerismo o como se llame el proyecto que la quiere transformar en candidata no gozará de un tiempo mejor que este. Con la oposición entrampada en la prudencia que exige el duelo, con el periodismo crítico confundido y la sensación de que todo lo que toca se convierte en votos, la Presidenta tiene el mejor trampolín de su carrera.

En momentos como este, siempre es sano poner las cosas en su lugar, por más que parezca inconveniente.

Kirchner no era un santo, aunque sería injusto no reconocerle, entre otros logros, la revalidación de la autoridad presidencial, los cambios en la Corte, la anulación de la leyes de Obediencia Debida y Punto Final y la aplicación, junto a la Presidenta, de la Asignación por Hijo que impulsó parte de la oposición.
También sería bueno, una vez terminado el duelo, recordar que hay decenas de causas judiciales que siguen abiertas por presuntos actos de corrupción cometidos por hombres de su entera confianza. Hombres que hoy lo lloran porque temen que con su muerte haya desaparecido, además, su garantía de impunidad. Cuando pase el temblor, habrá que decir, también, que la fantasía del Kirchner que murió como un mártir, afectado por el asesinato de Mariano Ferreyra o luchando como su superhéroe contra las corporaciones es, por lo menos, muy difícil de comprobar. Con la misma ligereza se podría decir, entonces, que Kirchner murió después de una discusión tremenda por poder y dinero con Hugo Moyano y horas antes de compartir cena y sobremesa con Lázaro Báez, a quien la justicia lo investiga para comprobar si era su testaferro.

¿La macroeconomía? Bien, gracias. Pero conviene no tirar mucho de la cuerda. En la Argentina, la alta inflación puede convertirse en algo incontrolable en poco tiempo, y el retraso cambiario puede terminar en una corrida difícil de contener.

Lo mismo puede suceder con este tiempo de buenaventura oficial derivado de un hecho inesperado, doloroso y trágico.

Habrá que usar sintonía fina para no abrumar al volátil humor popular. Un solo ejemplo puede servir para comprender la fragilidad del momento. Si Cristina Fernández insiste en repetir su invocación al compañero que ya no está, es probable que muchos argentinos que hoy la comprenden empiecen a sospechar que detrás de su legítimo dolor está la intención de mantenerse en el poder y continuar los negocios de su marido. Entonces, las encuestas de hoy resultarán más mentirosas que nunca.

 

Publicado en El Cronista