(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Tienen que estar muy desesperados la expresidenta Cristina Fernández y Hugo Moyano para hacer una alianza política de último momento. Si hay dos dirigentes que se odiaban, se tenían rencor y no lo disimulaban eran, precisamente, ellos dos.
La anteúltima vez que se vieron en persona, se enrostraron de todo. Sucedió en la Casa Rosada, cuando todavía Cristina Fernández era presidenta, unos meses antes de la muerte de Néstor Kirchner. Tres fuentes independientes reconstruyeron en su momento la fortísima discusión que mantuvieron. La publiqué en el libro Él en marzo de 2011, y nunca nadie lo desmintió.
El encuentro había sido convocado por Ella con el objeto de presentar el sistema informático que serviría para transparentar la distribución de fondos a las obras sociales. Moyano se negaba a ponerlo en funcionamiento. Empezaron a discutir fuerte hasta que Cristina lo acusó sin sutileza:
—¡Ladrón de obras sociales!
Sorprendido por el ataque, Moyano replicó.
—Si las querés (a las obras sociales) quedátelas vos.
Ella dobló la apuesta:
—No. Esa es tu obligación como sindicalista. Al final, parecés un burócrata.
—Ningún burócrata te pone 300 mil personas en la calle— la chicaneó Moyano.
—Si vos pusiste 300 mil, nosotros pusimos 6 millones- le enrostró Cristina, en alusión a los festejos del Bicentenario.
—Será porque la gente quiere al proyecto, pero no los quiere tanto ni a vos ni a tu marido— insistió el dirigente.
Entonces Cristina levantó la voz hasta gritar.
—¡Ladrón! ¡Fascista! ¡Vos buchoneaste a nuestros compañeros!
Y Moyano, ya completamente fuera de sí, la acusó de ladrona:
—¡Vos callate, que zafaste del enriquecimiento ilícito porque tenés al juez agarrado de las bolas!
Lo que vino después es más conocido. Son imágenes gastadas de una película en blanco y negro. El acto en River donde Moyano planteó el sueño de que un trabajador pudiera ser el próximo presidente y Cristina le respondió que eso ya había sucedido porque ella trabajaba desde chiquita.
La versión de que el responsable directo de la muerte de Kirchner era el camionero porque la noche anterior habían discutido por teléfono y a los gritos. La declaración oficial de Moyano en julio de 2012 cuando dijo que jamás en toda su vida volvería a votar a Cristina Fernández. El espaldarazo de Moyano a Macri en plena campaña electoral. Las milanesas preparadas por Juliana Awada que comieron juntos con el Presidente en la quinta de Olivos. El gremialista asistiendo a una clase magistral que la líder de Unidad Ciudadana dio para el sindicato de los mecánicos en el camping de Cañuelas.
Si se lo observa en perspectiva, es más fácil entender la razón por la que Cristina estaba enfrentada a Moyano que esta nueva juntada de conveniencia.
La expresidenta le enrostraba a Kirchner que, por evitar la protesta social y que le ganaran la calle, le había dado al camionero demasiado poder. Mucho más allá del límite que podía tolerar un estado democrático.
En cambio el rencor de Moyano contra Cristina era más visceral. Lo explicó, en privado y lo sugirió en público una y mil veces, antes de que estallara el nuevo protagonismo femenino. "Con Néstor discutíamos mucho, pero tarde o temprano llegábamos a un acuerdo. Con Cristina no se puede, porque Cristina es mujer".
El miedo a perder la libertad puede torcer las convicciones más profundas.
Ahora Moyano dice, sin ponerse colorado, que votaría a Cristina para presidenta, en las elecciones del año que viene. Y la senadora nacional se toma una foto con él, y sonríe para la posteridad. No los une el amor sino el espanto. Pero también los une la desmemoria y la hipocresía política.