(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Siguen dando recetas de cómo salvar al país después de chocarlo de frente. Fueron la mayor parte del problema pero ahora se proponen como la gran solución.
Cristina Fernández, acorralada por la justicia, sospechosa de liderar una asociación ilícita para robar, desde la misma presidencia de la Nación, millones de dólares de la obra pública, dice, sin ponerse colorada, que con ella estábamos mejor, cuando hasta un niño sabe que le dejó a la sociedad una bomba que ya explotó, y cuyas esquirlas todavía se esparcen.
Daniel Scioli, quien dejó la provincia de Buenos Aires en un estado de abandono inconcebible, sin dinero en la caja para pagar los aguinaldos, sospechoso de gravísimos delitos de corrupción en una megacausa cuyos vaivenes ya parecen sospechosos, apareció en la señal de Cristóbal López y Cristina Fernández para decir que "la gente no da más" como si él no hubiera sido parte del problema.
Hugo Moyano, el sindicalista que tiene mezcladas sus cuentas personales con las de su gremio, las de Independiente, las de la obra social y que genera millonarios perjuicios en la economía con regulaciones al transporte que solo benefician a su consejo directivo, da clases magistrales de economía que siempre incluyen el pedido solapado de que el Presidente abandone el barco antes de diciembre del año que viene.
El indefinible Guillermo Moreno, como responsable del área económica del Partido Justicialista, acaba de enviar a las autoridades del Fondo una carta para que no le sigan prestando dinero al Estado Argentino. En el Fondo y en el resto del mundo no lo tienen muy registrado. Pero en cuanto introducen sus datos en Google aparece como el principal responsable de manipular las estadísticas oficiales durante los años dorados de Néstor y Cristina. Para el INDEC de Moreno la indigencia llegó a cero.
Y para el ex ministro de Economía, Axel Kicillof, la pobreza nunca existió, porque de un día para el otro decidió dejar de medirla, a contramano del mundo, a contramano de la verdad.
Estos cinco "tipes audaces", tan preocupados que parecen por el nuevo acuerdo del Estado con el Fondo, deberían revisar lo que hicieron ellos mismos mientras estuvieron a cargo.
Para empezar, nunca rompieron con el organismo internacional. Para seguir, su decisión de pagarle casi 10 mil millones de dólares de una sola vez no nos hizo más libres, sino un poco más pobres. Para continuar, su mayoría automática del Congreso aprobó la decisión de pagar una cuota extra, excepcional, de casi 5 mil millones de dólares con el solo objetivo de seguir siendo socio del Fondo. Y para rematarla, tomó créditos del Estado de Venezuela, a la tasa más alta del mundo, que todavía estamos pagando los argentinos.
Kicillof es otro caso de película. Le devolvió 9 mil millones de dólares todos juntos al Club de París, más intereses y punitorios, algo por lo que sus muchachos le habrían iniciado una causa a cualquier otro que se hubiera atrevido. Anunció que nunca se arrodillaría ante Repsol, y le terminó "revoleando" un pago de 5 mil millones de dólares en efectivo, con una despreocupación digna de los Fondos de Inversión del mundo que manejan el dinero como un juego de play station.
La gobernadora María Eugenia Vidal, quien forma parte del actual gobierno que, dicho sea de paso, todavía no da pie con bola, le pidió a su antecesor que mantenga "prudente silencio".
El pedido de Vidal bien se podría hacer extensivo a todos los demás, ahora que levantan el dedo para darnos clases magistrales de política económica.