(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) El peronismo no kirchnerista no sabe qué hacer con Cristina Fernández de Kirchner. La causa de los cuadernos de la corrupción, en vez de favorecerlos, como se creyó desde un principio que podía suceder, los perjudicó todavía más. Los que aspiran a competir por la Presidencia el año que viene, como Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey, no pueden salir a recordar cada cinco minutos que la expresidenta es la jefa de una banda de ladrones, como sostienen Carlos Stornelli y Claudio Bonadio, porque parte de sus eventuales futuros votos están ahí, en las bases de Unidad Ciudadana.
El senador Miguel Ángel Pichetto, quien también sueña con suceder a Mauricio Macri, no parece tener la menor chance. Su decisión irreductible de no quitarle los fueros a la senadora nacional le pone un techo muy claro a sus aspiraciones presidenciales. Quizás empezó la campaña para negociar un lugar en la fórmula presidencial. ¿Quién lo sabe?
El problema de Massa, Urtubey, Pichetto, o Juan Schiaretti es el mismo que tienen los intendentes del conurbano de la provincia de Buenos Aires: a Cristina no la soportan, la desprecian. Le guardan un enorme rencor, porque -quien más, quien menos- fueron humillados por la que ahora se siente la Gran Humillada.
El líder de 1país intenta por todos los medios separar las elecciones para gobernador de la provincia de Buenos Aires de la elección de las intendencias. Sería una manera elegante de despegar a los jefes comunales de la boleta con Cristina. Pero eso por ahora no va a suceder. Porque no le conviene a Cambiemos. Porque no le sirve ni a Macri ni a María Eugenia Vidal, quien competirá por la reelección, a menos que la crisis de la economía la obligue a cambiar de planes.
La eventual candidatura de Cristina abre grietas también en los movimientos sociales y las agrupaciones que se autodenominan progresistas. El apoyo de Juan Grabois a la expresidenta partió en dos a los que pelean por liderar el espacio público a través de la distribución de los planes sociales. También hizo mella en Barrios de Pie. La propuesta de Victoria Donda de aliarse a Cristina para mejorar la competitividad electoral los está fragmentando de forma vertiginosa.
Algo parecido sucede en el mundo sindical. Hugo Moyano, cada vez con más miedo de ir a la cárcel a pesar de que diga lo contrario, ya decidió que irá con Cristina. Y la CGT más cercana al gobierno se juramentó en sentido contrario. Lo único que podría cambiar el escenario es que Ella no decidiera competir. En ese caso, la avenida del medio en la que siempre se movió Massa se ensancharía de verdad y el exintendente de Tigre podría aspirar al premio mayor si supera la primera vuelta.
La mesa electoral de Cambiemos hace alarde del mismo optimismo que muestra Macri por estos días. Apuesta casi todo lo que tiene a que Cristina se va a subir al ring, pero no descarta unas elecciones sin Ella. Aun así, sus estrategas se tienen una fe ciega. Dicen que las encuestas cualitativas no mienten. Admiten que hay muchos votantes de Cambiemos desencantados. Pero explican que, aun así, la mayoría de los argentinos los siguen prefiriendo porque no ven en el resto la más mínima capacidad para tomar el timón, salir de la tormenta y llevar el barco al Paraíso.
"Perdimos votos a lo loco, pero al mismo tiempo la sociedad se volvió más madura. Muchos están enojados con nosotros, y con razón. Pero también comprenden que ninguno de los que plantea recetas populistas está en mejores condiciones que nosotros de hacerse cargo del país", argumentan.
Falta más de un año para las elecciones, pero el clima de campaña ya empezó impulsado por el aparente final de la tormenta cambiaria.