(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Hugo Moyano me llama “mariposón”. Hoy lo denuncio ante el INADI, porque así estaré ayudando a cientos de miles de chicas y chicos que siguen siendo estigmatizados por sus elecciones sexuales. Y ante la justicia denuncio a los que hicieron una pegatina de carteles cobardes y mentirosos con la foto mía y de mi mujer, porque quiero que sepan que no les tengo miedo aunque quieran hacerme sentir que mi familia corre peligro.
Hugo Moyano me llama "mariposón" porque en el fondo se da cuenta de que "puto", incluso salido desde su boca, es demasiado brutal. Pero lo peor es que no estaría pensando en mi condición sexual, sino como un sinónimo de la palabra cobarde. O de la de un "macho" que no tendría lo que tiene que tener: los testículos bien puestos para enfrentarse a una organización como la que él conduce hace más de treinta años.
Presento hoy una denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) no porque me sienta, desde lo más íntimo, particularmente agraviado. La presento porque pienso que así estaré ayudando a cientos de miles de chicas y chicos argentinos que siguen siendo estigmatizados por sus elecciones sexuales.
Mi máxima aspiración es ver a Moyano sentado, tomando clases explicativas sobre asuntos como la homofobia y la discriminación. Clases que incluso pudieran hacerse extensivas a los afiliados de su gremio.
La denuncia ante la justicia por el escrache anónimo, cobarde, ilegal y mentiroso, consistente en una pegatina de afiches que distribuyeron por algunas calles de la ciudad y que contiene, además, un mensaje que quisiera enviar a mis colegas. En especial, los que trabajan en investigaciones periodísticas que afectan al "poder permanente".
El mensaje es: no hay que temer a las amenazas, no hay que bajar los brazos aunque pretendan hacerte sentir que tu familia corre peligro. Es más: hay que explicar todo lo que haya que explicar. Desarmar a la mentira, una por una, aunque lleve tiempo. Y guardar energía para seguir trabajando. Porque las acciones de los grupos a los que investigamos demuestran que todavía tienen mucho que ocultar y demasiado para perder.
Los carteles tenían una foto mía y de mi mujer, María Conte Grand, con la leyenda: "Esposa de Luis Majul y empleada de Michetti". Es mentira. Mi esposa no trabaja con ella desde antes de que asumiera como vicepresidenta. No sería un delito. No tendría nada de malo. Pero ya no trabaja con ella. Y, aunque no faltó ni un día y siempre lo hizo con mucha responsabilidad y honestidad, ella renunció a una tarea a la que le ponía toda la pasión, entre otras razones, por amor a mí.
El otro cartel decía: "Repudiá y recordá esta cara". La del Procurador de la provincia de Buenos Aires, Julio Conte Grand. Agregaba: "Cuñado de Majul y apretador y extorsionador de jueces y fiscales". Conte Grand no es mi cuñado. Es primo de mi mujer. Los padres de ambos eran hermanos. Me encantaría decir que tenemos una relación cercana y continua. No tendría por qué ocultarlo. De hecho es una persona educada y agradable. Pero tampoco es así. Solo lo entrevisté un par de veces. Y lo haré cada vez que la actualidad lo requiera, si él me lo permite.
Tampoco me consta que Julio Conte Grand sea lo que dice el cartel mafioso. Los datos, más bien, demuestran lo contrario. Desde que asumió en la Procuración de la provincia de Buenos Aires, los fiscales y los jueces ya no temen investigar. Así, ya decidieron la prisión de personas como Jorge Castillo, el Rey de la Salada y Juan Manuel "Pata" Medina, exsecretario general de la UOCRA La Plata.
Conte Grand también alienta la investigación del fiscal Sebastián Scalera contra los presuntos integrantes de la asociación ilícita que integrarían Roberto "Bebote" Álvarez y Pablo "El Salvaje" Moyano. Es lo que debe hacer un procurador: garantizar a los fiscales libertad para hacer lo que se debe.
Por lo demás, cuando Moyano pretende insultarme con el adjetivo despectivo "mariposón" y una organización que no se identifica me escracha, no me genera miedo, ni me paraliza. Al contrario: me dan más ganas de trabajar para mostrar lo que quieren seguir manteniendo oculto.