Cristina Fernández duda entre presentarse o no otra vez como candidata a presidente. Pero la duda no sería a raíz del pedido de su hija Florencia, quien preferiría pasar más tiempo con una mamá normal, sino que correspondería a un mero cálculo político, a un asunto de lógica pura: la posibilidad de que, aun en el supuesto caso de lograr la reelección, su segunda presidencia se transforme en un calvario a partir del mismo instante en que empiece su segundo y último período.
El fantasma del desgobierno por efecto del desgaste es algo que tanto Néstor Kirchner como su viuda pusieron sobre la mesa de discusión cada vez que tuvieron que elegir una alternativa de poder futura. Fue, sin duda, la razón determinante para que Kirchner no se presentara otra vez como candidato a presidente en octubre de 2007 y nominara a su esposa, con la obsesión de mantener intacta la expectativa de la continuidad de ambos en el poder. En la entrevista que concedió el 24 de enero de 2010 a 6,7,8 , el programa que controlaba en forma personal, Kirchner explicó que su pelea frontal contra Clarín se inició cuando, según él, el CEO del Grupo, Héctor Magnetto, le manifestó, a principios de 2007, que prefería otro mandato suyo a uno de su esposa. En aquel autorreportaje, Kirchner interpretó la postura de Magnetto como una maniobra desestabilizadora para obligarlo a asumir un segundo mandato, iniciar un inmediato proceso de desgaste, condicionarlo e interrumpir así "el proyecto de transformación". Fuera de la televisión, y en diferentes charlas con empresarios, Kirchner había avanzado todavía más en su construcción paranoica al confesar: "La única manera de que Magnetto no me meta preso es que yo lo meta preso antes a él".
Lo cierto es que el matrimonio Kirchner siempre contó con una alternativa de salida y sus acciones nunca fueron investigadas porque ambos tuvieron la precaución de sucederse a sí mismos desde 1987, cuando Kirchner fue elegido intendente de Río Gallegos, hasta hace cuarenta días, cuando su sorpresiva muerte interrumpió la estrategia del proyecto de poder permanente. En efecto, unos días antes de su fallecimiento, la pareja ya había acordado que el candidato a presidente sería él, porque su eventual triunfo les permitiría, otra vez, seguir manteniendo la expectativa de continuidad, el plan de pingüino o pingüina, el sueño de controlar el país durante veinte años. Con su desaparición física, Kirchner no sólo ha generado desconcierto y confusión en la oposición. También frenó, de manera brusca e inesperada, la dinámica de una maquinaria de poder que se disponía a colonizar cada metro cuadrado de los espacios del Estado que aún no habían logrado copar.
Los que rodean a la Presidenta y necesitan que ella se postule para conservar sus empleos y sus espacios de poder y de negocios intentan empujarla a la reelección con el canto de sirena de las últimas encuestas. Según los últimos sondeos que manejan dos de los ministros más influyentes, si las elecciones fueran hoy, Cristina Fernández obtendría más del 30 por ciento de los votos, con más de 10 puntos de diferencia sobre Ricardo Alfonsín y todavía más lejos de Mauricio Macri. Estos números le permitirían ir a una segunda vuelta con muy altas posibilidades de ganar. Algo parecido le dijeron a la jefa de Estado cuatro de los encuestadores que trabajan para el Gobierno. Fue durante un encuentro reciente. Ella no dio la más mínima muestra de su verdadero deseo. Y ellos todavía no le aclararon que tanto en la provincia de Buenos Aires como en el resto del país hay otro "kirchnerista" que sigue midiendo un poco mejor que ella: el gobernador Daniel Scioli.
Es obvio que la viuda de Kirchner no anticipará su renuncia a la reelección porque sería casi un suicidio político. Y también es lógico suponer que utilizará el tiempo de reflexión de las primeras fiestas navideñas sin su marido para meditar sobre su futuro personal y político mientras los seguidores del ex presidente intentan construir el mito del héroe en forma acelerada y a presión. Sus primeros días sin la omnipresencia de su pareja han generado en su entorno la fantasía de que, más allá del profundo dolor que todavía muestra, la ausencia de Kirchner no le sienta mal, porque le otorga más tiempo y más tranquilidad para tomar decisiones que antes asumía Kirchner de manera abrupta.
Además, los que auscultan el Gobierno día a día muestran con satisfacción los datos que indican que la figura de la Presidenta, hasta ahora, ha resultado indemne frente a los escándalos de corrupción que involucran al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime y las causas que comprometen al secretario de la CGT, Hugo Moyano, quien ya se habría quejado ante la propia mandataria por lo que entiende como un acoso judicial con guiño oficial. "Es como si con su muerte Néstor se hubiera llevado también todo lo malo del kirchnerismo y le hubiera dejado a ella todo lo bueno, como una última ofrenda política y personal", interpretó el mismo ministro que la mantiene al tanto de las últimas encuestas.
Hace más de veinte años que Cristina Fernández goza de los atributos y los privilegios que otorga el poder. Hace más de siete años que, casi todos los días, es saludada por los granaderos cada vez que ingresa en la Casa de Gobierno. Hace más de siete años que vive en la quinta de Olivos, donde el muro que da a la calle en la que transita la gente se encuentra a varios metros de la residencia presidencial y la hace vivir en un ambiente exclusivo y especial ¿Elegirá Cristina Fernández de Kirchner renunciar a su propia reelección para irse con una considerable imagen positiva, como lo hizo Ricardo Lagos en Chile, e intentará volver cuatro años después? ¿O sucumbirá a la tentación de continuar para mantener vivo el proyecto y las ambiciones de ella misma y las de sus seguidores, aun con el riesgo de perderlo todo al otro día de ganar la votación? Hay algo que la Presidenta sabe de antemano: si no se presenta y decide apoyar a Scioli, el gobernador le garantizará lealtad y protección política, en caso de que la necesite en el llano.
A menos de once meses de las próximas elecciones presidenciales, Cristina deshoja la margarita mientras los demás esperan para hacer su próxima jugada.
Publicado en La Nación