(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Cuando le preguntaron a Sergio Moro cuál había sido el secreto del éxito de la megacausa conocida como Lava Jato, el juez respondió: la colaboración entre el periodismo de investigación y la justicia.
La fórmula se volvió a repetir en los cuadernos de la corrupción K, pero tiene antecedentes en otros casos de absoluta relevancia. Uno de ellos acaba de finalizar ayer, con la elevación a juicio oral, por parte de la jueza María Servini, de la causa denominada Fútbol Para Todos.
Servini procesó y mandó al banquillo de los acusados a los ex jefes de gabinete Aníbal Fernández, Jorge Capitanich, el ex vicegoberador Gabriel Mariotto, el ex presidente de AFA, Luis Segura, y el titular de Futbolistas Argentinos Agremiados, Sergio Marchi, entre otros.
Si el expresidente de la AFA Julio Grondona viviera, probablemente estaría procesado y detenido. No solo debido a su responsabilidad en esta causa sino también en el llamado FIFA Gate, donde Alejandro Burzaco, declarado culpable y arrepentido, vive, bajo un régimen de libertad restringida, en las afueras de Manhattan, sin poder regresar al país.
El expediente de Fútbol Para Todos comenzó con una investigación de La Cornisa, publicada el 18 de mayo de 2014. Es decir: hace ya más de cuatro años. El equipo de investigación de La Cornisa demostró que el Estado giraba a la Asociación de Fútbol Argentino miles de millones de pesos sin control ni auditoría. También probó que se los entregaba a Grondona y que este lo redistribuía de manera discrecional entre los clubes. Además detalló que Don Julio, alias El Padrino, mandaba a los presidentes de los clubes amigos a cambiar los cheques a las cuevas que les hacían descuentos exorbitantes, dinero que presumiblemente iba al bolsillo del presidente de la AFA.
Toda esa información junto con el dato escandaloso de que el programa social Fútbol Para Todos tenía como objetivo sanear el déficit de los clubes, pero los endeudaba cada vez más, fue procesada gracias a la sistematización que hizo de ella Graciela Ocaña, hoy diputada nacional por Cambiemos.
Ocaña le dio a Servini de Cubría la llave maestra para abrir la caja de Pandora. Le hizo entender que los fondos que el Estado giraba a Fútbol Para Todos sin control eran de naturaleza pública y que debían ser auditados, igual que cualquier erogación del presupuesto nacional.
Con la soberbia que lo caracteriza, Aníbal Fernández la ridiculizó, igual que Moyano viene haciendo en estos días. En nuestras conversaciones previas, y después de leer el expediente del escándalo denominado Sueños Compartidos, le sugerí a Ocaña que comparara un caso con el otro. No era tan difícil. Miles de millones de pesos tomados de los impuestos que pagamos todos. Repartija del dinero sin controles ni auditorías. Uso de cuevas financieras para cambiar cheques y mezclar el dinero blanco de la plata de la corrupción. Funcionarios y dirigentes de fútbol y de otras organizaciones enriquecidos de manera espuria.
El mecanismo, en el fondo, es más o menos parecido para cada hecho de corrupción que involucra fondos públicos. Desde la apropiación del impuesto a la Transferencia de Combustibles, por parte de Cristóbal López y Fabián de Sousa, hasta el guitaducto del clan Moyano, el sistema por el que Hugo, a través de su pareja, Liliana Zulet, absorbe los fondos de la obra social de la Federación de Camioneros.
Como lo explicamos más de una vez, hace más de tres años que la obra social está quebrada. Sin embargo el grupo Moyano-Zulet se enriquece cada vez más. Adquiere empresas, inmuebles y embolsa miles de millones de pesos. Sus integrantes, como lo prueban sus cuentas bancarias, se enriquecen de manera exponencial.
Moyano, igual que Aníbal en su momento, cuando hablaba del dinero del Fútbol para Todos, se defiende sosteniendo que los fondos de las obras sociales son de los afiliados y no del Estado nacional. Pero la verdad es que los fondos de las obras sociales son de naturaleza pública. Y el Estado debería controlar la máquina de robar que tienen montada Moyano y otros desde hace más de una década.
Ayer Ocaña recibió una mala noticia: el INADI, con un criterio muy difícil de entender, dictaminó que Moyano no fue discriminatorio cuando la llamó "cucaracha".
Pero "la hormiguita", como le dicen los que la quieren, no se debería desanimar: su paciente y dedicado trabajo contra la corrupción acaba de obtener resultados concretos. Moyano y muchos supermachos apretadores y prepotentes deberían tomar nota: su tiempo de gloria ya inició la cuenta regresiva.