(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) El sistema político argentino pasó a modo "ebullición & confusión". El dato que lo conmovió no fue el hallazgo del ARA San Juan ni los atentados de terrorismo marginal protagonizados por los raros anarquistas durante las últimas horas. Es el acuerdo entre el kirchnerismo y el massismo para bloquear a Cambiemos en el Consejo de la Magistratura lo que todavía muy pocos terminan de comprender y asimilar.
¿Se trata de una movida que anticipa un pacto de unidad entre Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, y que podría determinar la derrota electoral de Mauricio Macri en 2019? ¿Es solo un entendimiento específico para tratar de evitar la hegemonía del oficialismo en el nombramiento y destitución de los jueces y así poner límites a la presunta creciente presión del gobierno en el sistema judicial, como hizo trascender el propio Massa? ¿O va a terminar favoreciendo al Presidente, porque le demostrará, finalmente, al electorado, que casi todos los peronistas son iguales, y espantarán a los que todavía veían
a Massa como una alternativa más republicana, más democrática y menos autoritaria que la líder de Unidad Ciudadana? La ansiedad por la inminencia de las próximas elecciones está empezando a poner las cosas en su lugar.
¿Qué es lo que define a Cambiemos a la hora de negociar y pactar? Además de su condición minoritaria, su ingenuidad política. Al Presupuesto Nacional lo lograron aprobar, pero el precio que pagaron fue carísimo, si se lo mide por lo que el gobierno tuvo que entregar a los gobernadores peronistas. ¿Por qué no previeron que un acuerdo de la oposición podría arrebatarle los dos tercios en la composición del Consejo de la Magistratura? Porque estaban demasiado ocupados festejando el resultado del presupuesto, o preparando la Cumbre del G20. Lo mismo puede decirse del análisis superficial que determinó el apoyo del gobierno al flamante presidente de la Corte, Carlos Rosenkrantz, y que generó, sin quererlo, una nueva y circunstancial mayoría peronista, integrada por Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda.
¿Y qué es lo que caracteriza al peronismo y sus diferentes expresiones, cada vez que se hacerla una elección a presidente? Su capacidad para borrar con el codo lo que escribió con la mano. O peor aún: su desmesurada plasticidad para aliarse con la misma persona o la misma organización a la que denostaron, denunciaron y atacaron. En el nuevo Consejo de la Magistratura, se suponía, debía haber ingresado Mario Negri, y no Graciela Caamaño. La llegada de Caamaño, con la bendición de otro de sus integrantes, el jefe de la Cámpora, Eduardo Wado de Pedro, genera, a la vez, una serie de preguntas que no tienen respuestas
fáciles ni inmediatas. Entre las garantías no escritas del nuevo pacto ¿está la protección implícita a Cristina Fernández de Kirchner, quien desfilará todo el año que viene por los diferentes tribunales orales, acusada de múltiples delitos de corrupción?
Dentro del peronismo se vienen celebrando una serie de reuniones públicas y secretas con un solo objetivo: limar las diferencias internas para terminar convergiendo "todos contra Macri". La irrupción de Juan Grabois para instalar la idea de que Cristina es la única candidata capaz de ganarle a Cambiemos pero que el límite son los dirigentes corruptos que la acompañaron y la acompañan no solo es desopilante. Forma parte de un plan en el que trabaja, además, por ejemplo, Alberto Fernández. El derrotero del ex jefe de gabinete de Néstor y Cristina es muy curioso. Se fue del gobierno despotricando contra Julio De
Vido, Ricardo Jaime y Amado Boudou, pero se sienta con el juez Daniel Rafecas para intentar que llegue a Comodoro Py la idea de que no puede haber jueces como Claudio Bonadío, un magistrado que, según él, dedica parte de su vida a perseguir a la ex presidenta.
En todo caso, lo que acaba de suceder en el Consejo de la Magistratura no hace más que dar la razón al núcleo político que conforman el actual jefe de gabinete, Marcos Peña, el asesor Jaime Durán Barba y que coincide con las sospechas del propio Presidente Macri. Ellos argumentan que no se puede ni conviene aliarse con nada que huela a peronismo por dos poderosas razones. Una: porque tarde o temprano los terminarán traicionando. Y dos: porque el votante de Cambiemos rechaza los acuerdos o alianzas electorales con todos los dirigentes que no tengan una postura clara contra la corrupción.
Ayer, en Perfil, Durán Barba reveló que en 2009, su consultora hizo un trabajo muy particular. Mostró el rostro de dirigentes políticos del PRO a grupos de personas que debían responder qué les parecían. De uno, explicó, Durán, la gente decía que "era más kirchnerista que Massa", en aquel momento, jefe de gabinete de Cristina y candidato testimonial. El consultor explicó luego que por esa razón lo borraron de la propaganda. Y al final desarrolló su moraleja de cabecera: "La gente común percibe en los focus groups cosas que quienes tenemos una desviación intelectual somos incapaces de percibir". Con esa misma lógica Durán Barba sigue diciendo que no vale la pena aliarse con nadie. Ni siquiera con Juan Manuel Urtubey o Miguel Angel Pichetto. Para él, a pesar de que la suma de la intención de voto de Cristina, Massa y Urtubey supera el 40%, a esos porcentajes no se los debería computar juntos, porque los tres dirigentes no representan lo mismo. Es otro de los grandes convencidos de que Cristina no ejecutará el famoso acto de generosidad de bajar su candidatura para permitir que un peronista con menos nivel de rechazo le termine ganando al jefe de Estado en segunda vuelta. Al final, supone Durán, la consigna "todos unidos contra Macri" podría terminar jugándole a favor.