(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Está claro que la Cumbre del G20 no nos volverá ricos y mejores a los argentinos de la noche a la mañana. Sin embargo es esperable que sirva para demostrar que los líderes del mundo, en términos generales, no se despiertan a la mañana pensando en cómo hacernos daño a los habitantes de países como la Argentina.

Para darse cuenta –es decir, para darnos cuenta de que el mundo está hiperconectado y que darle la espalda nos colocaría en un lugar peor del que nos encontramos– basta con detenerse en la actual guerra comercial entre China y los Estados Unidos. Porque cada aspecto de la diferencia entre ambas potencias termina repercutiendo, para mal, en casi todas las economías del mundo. Y de manera muy particular en la Argentina. Desde el precio de la soja hasta la eventual reacción negativa de Donald Trump sobre los acuerdos que Argentina está a punto de firmar con China y que implicarían miles de millones de dólares en préstamos e inversiones.

Por otra parte, los anticumbre como Cristina Fernández y quienes organizaron el festival en Ferro la semana pasada deberían ponerse de acuerdo sobre qué tipo de mundo quieren y defienden. Porque dentro del G20 conviven gobiernos de países con distintos signos ideológicos. Desde los socialistas de España hasta los cada vez más conservadores y populistas como Donald Trump y Theresa May. También deberían ser más taxativos en algunas otras cuestiones. Porque sus organizadores se manifestaron a favor de "la democracia" y los gobiernos de naciones como Cuba y Nicaragua, por citar solo a dos países de Latinoamérica a los que apoyan, claramente no lo son. Y deberían también decir sin hacerse los distraídos qué piensan de organizaciones terroristas como Hezbolá, para poner otro ejemplo suficientemente claro.

La idea –transformada en meme– de que es una utopía que el estado argentino pueda garantizar la seguridad de los jefes de Estado de los 20 países más importantes del mundo cuando no pudo lograr que jugaran la final de la Copa Libertadores River y Boca todavía suena a chicana política y electoral, pero pronto se sabrá si tiene algún sustento.

Más allá del folclore, o de la insistencia del gobierno en afirmar que se trata del encuentro internacional más importante de toda la historia, como si solo eso garantizara su éxito, habrá que ver qué tipo de convenios y acuerdos concretos se logran para conseguir una mejoría en la calidad de vida de los argentinos.