(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) La denuncia pública de Thelma Fardín contra Juan Darthés está dando comienzo, de manera estruendosa, al nacimiento de otro mundo.
No se trata solo de hacer visible los delitos aberrantes contra mujeres que, durante muchos años, ni siquiera lo podían poner en palabras. El eje de la cuestión radica en que todos comprendamos, en especial los varones, los alcances de esta revolución que nos interpela y nos afecta.
Criados como fuimos en un mundo machista y patriarcal, donde la fuerza física, la potencia y la prepotencia, el soportar el llanto, la superioridad de quien maneja el poder económico era -y todavía parece ser- lo más natural del mundo, nuestra tarea es desaprender. Es decir, desandar el caminito natural que venimos transitando casi desde que nacimos. Empezar otro distinto, opuesto, aunque vayamos a tientas, porque no sabemos ni dónde está el botón de arranque. Soportar, a partir de ahora, la "incomodidad" de compartir. De abandonar el rol estelar y protagónico de siempre. De correrse de la escena. De comprender que durante muchos años dijimos e hicimos cosas para mantener un statu quo que colocó a la mujer muy por debajo de nosotros. En todo sentido: psicológico, físico, económico y cultural.
No tengo la fórmula perfecta y la receta adecuada de cómo se hace. Intuyo que es parecida a la aceptación que uno va teniendo como padre del recorrido natural entre hablar y dar clases sobre la vida a nuestros hijos, a escucharlos, acompañarlos en su propio derrotero e incluso aprender de ellos y su manera distinta y ciertamente mejor de pararse en un mundo que ya empezó a cambiar.
Quizá el silencio y la escucha atenta sea el mejor aporte que podamos hacer los que fuimos criados como machos, entre machos, para nacer machos y morir a lo macho.