Tal como lo hacía su marido, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner esperará hasta último momento para anunciar si será o no de nuevo candidata. Y mientras tanto, hará todo lo necesario para que se entienda, dentro y fuera del kirchnerismo, que no hay otra figura mejor que ella para "consolidar el proyecto".

Una semana antes de morir, Néstor Kirchner le había dicho al ministro del Interior, Florencio Randazzo: "Flaco. Dejate de hinchar las pelotas con Cristina. El candidato voy a ser yo. Eso ya está decidido". Lo mismo le había hecho saber al gobernador Daniel Scioli cuando éste le sugirió a Kirchner que si él no quería o no podía ser el candidato, a él le gustaría probar. En ese encuentro, en la Quinta de Olivos, el ex presidente fue claro: "Todavía es temprano para empezar a jugar, pero el candidato voy a ser yo. Vos hacé lo que quieras: yo no le voy a quitar a nadie el derecho de pensar que puede ser presidente". El gobernador entendió el mensaje: a partir de ese momento concentró toda su energía para repetir en la provincia. Lo hizo hasta que Kirchner murió. Y lo sigue haciendo, porque Cristina le dio a entender, igual que a unos pocos, que si su viudez implica el legado de hacerse cargo, será candidata, y lo anunciará ni un minuto antes ni un minuto después del momento en que deba hacerlo.

El ex presidente iba a ser el candidato, a pesar de que Cristina medía mejor en todas las encuestas, porque suponía que si su esposa se presentaba, al poco tiempo el humor social se le volvería el contra. Y porque pensaba que si él regresaba al máximo cargo lo ejercería de una manera más firme, y terminaría de pulverizar a su máximo enemigo, el Grupo Clarín.


Ahora que Él ya no está, la candidata Cristina tendrá el mismo problema por el que Kirchner no se presentó para su propia reelección en 2007. Suponiendo que gane en octubre, al poco tiempo su figura sufrirá un desgaste tremendo, que le haría muy difícil gobernar con normalidad hasta 2015. Contraería el virus de la pérdida súbita de poder, por la imposibilidad de ser reelecta, y los dirigentes más ambiciosos del peronismo le darían la extremaunción política mucho antes de que culmine su turno.

Pero eso no es todo. Porque si la Presidenta no empieza a manejar los hilos como lo hacía su marido en vida, los mismos intendentes del conurbano que no se le animaban a Kirchner se le plantarán. Es decir: agitarán la candidatura presidencial de Scioli con el objeto de combatir a las listas colectoras y evitar que extrapartidarios como Martín Sabatella y otros les provoquen una fuga de votos en sus propios distritos.

Por estos primeros focos de rebeldía, también, es que la jefa de Estado debe seguir manteniendo la expectativa. Los que suponen que un pedido de sus hijos, Florencia y Máximo Kirchner o la tristeza de haber perdido al compañero de toda la vida pueden hacer que resigne sus aspiraciones a favor de Scioli es porque no la conocen. Cristina, igual que Néstor, vivió toda su vida haciendo política. Para que se entienda bien: su vida, es, escencialmente, la política. Y por otra parte, la Presidenta no siente por el gobernador de la provincia de Buenos Aires el mínimo respeto que debería sentir un político para elegirlo como su heredero, o el portador de su proyecto político.

Resta saber, de acá hasta mayo, si la caída de imagen y de intención de voto de la jefa de Estado se detendrá, continuará, de manera lenta, o se acelerará tanto como para que el peronismo kirchnerista se sienta en la necesidad de pedirle que se baje. En el último de los casos, aunque Cristina Fernández no lo admire, sabe que Scioli hará lo imposible para evitar que los más altos y leales funcionarios de Kirchner y de este gobierno vayan presos.

 

Publicado en El Cronista