(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) Por supuesto: se prepara porque descuenta que, al fin de cuentas, Cambiemos ganará, y que será reelecto, a pesar de los gravísimos errores que su gobierno cometió. Si efectivamente triunfa, Macri se habrá transformado en un hombre récord, digno de ser incluido en el Guinness. Porque prevalecerá con unos niveles de rechazo y descontento altísimos, una economía destrozada, y sus dos grandes promesas incumplidas de su gestión: la de bajar abruptamente la pobreza y al mismo tiempo la inflación.
Los que sostienen que a Macri la buena suerte lo abandonó deberían revisar sus análisis. El jefe de Estado tiene suerte, por ejemplo, de no haber sido desplazado de su cargo antes de tiempo, como Raúl Alfonsín o Fernando De la Rúa. Tiene suerte de contar con una adversaria electoral como Cristina Fernández, quien debería estar en la cárcel y no pensando en la campaña, pero al mismo tiempo es la que más votos acumula dentro de la oposición y funciona como un enorme tapón para las aspiraciones de Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Angel Pichetto.
Tiene suerte de liderar la maquinaria electoral más efectiva de Latinoamérica. Y tiene suerte, además, porque entre los cuadernos de la corrupción y la evaluación de la moneda, a la oposición le va a costar y mucho más que al oficialismo financiar la campaña electoral e influir en la opinión pública.
Pero también Cristina Fernández merecería ser incluida en la próxima edición de los Guinness. Porque no existe en el mundo actual un caso de líder político con tantas evidencias de haberse enriquecido de manera ilícita y haber cometido tantos delitos de corrupción pública y que al mismo tiempo mantenga un apoyo de alrededor del 30% del padrón electoral.
La contracara de la decepción que produce Macri debido al fracaso del mejor equipo de gobierno del mundo es el pánico a que regrese Cristina para terminar de transformar a la Argentina en Venezuela, y perseguir sus críticos y adversarios pero esta vez hasta el final, con más saña y violencia que nunca.
Pero a la grieta no la alimentan solamente Macri y Cristina, los analistas y los periodistas, sino también la imagen difusa de los máximos referentes de la avenida del medio, quienes se presentan con la palabra Alternativa pero no son vistos como dirigentes del futuro. Al regreso de las vacaciones del Presidente, un ministro que no es del área económica se atrevió a preguntar, en el medio de una reunión de colegas, casi íntima, si no había manera de postergar los aumentos de tarifas de marzo, abril, mayo, incluidos los últimos, de luz y gas, que llega rían hasta agosto, en el medio de las PASO.
Le respondieron que solo se podrían postergar rompiendo el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, lo que implicaría una corrida cambiaria, y una nueva devaluación. Le aclararon que a los anteriores aumentos de tarifas se lo fue comiendo la devaluación de abril del año pasado. Y que el único camino para que la economía no vuele por los aires es apostar a que el mundo se de cuenta que esta vez va en serio. Que no habrá default. Y que se honrarán los compromisos, incluido el de lograr un déficit fiscal primario cero.
El ministro entendió entonces que bajo estas premisas era imposible asegurarse el triunfo. "Si ganamos, ganamos con la lengua afuera, en el último minuto, con la cara toda magullada, sin aire, como Sylvester Stallone en Rocky I", dijo.
Su recuerdo es incorrecto, porque en Rocky I, Stallone perdió por puntos con Apollo Creed, en fallo dividido. Pero la imagen de llegar a octubre con lo justo, y con la cara maltrecha, es sumamente gráfica.
Por encima de este ministro, hay ex funcionarios y amigos del Presidente que mantienen reuniones con economistas, CEOs de bancos y grandes empresas a los que tientan con nuevos proyectos para el eventual nuevo mandato que el presidente Macri se prepara para encarar. ¿Un gobierno con reformas de fondo, estructurales, como una nueva ley previsional, laboral, la eliminación de impuestos distorsivos y una baja considerable de la presión impositiva?
Un representante del ala política de Cambiemos, la que insiste con "abrir la tranquera" a una parte del peronismo o a distintos dirigentes peronistas, de manera individual, se pregunta. "Si no tuvimos el poder o la convicción suficiente para hacerlo ni bien asumimos, hace cuatro años ¿por qué de repente los tendríamos en noviembre, aún después de ganar la elección?".Se trata de un diputado nacional quien calcula que, en el mejor de los casos, la composición de la cámara de Senadores y la de Diputados será un poco más favorable al oficialismo, pero todavía seguiría en minoría.
El diputado no cree que haya un nuevo Macri después de un eventual triunfo, y desconfía del pronóstico de Jaime Durán Barba, quien sostiene que, tal como sucedió cuando administró la Ciudad de Buenos Aires, las segundas partes del líder de Cambiemos siempre fueron mucho mejor que las primeras.
El Presidente ya les dio vía libre a dos ex funcionarios con rango de ministros que debieron dejar el Gobierno por diferentes motivos para que empiecen a sondear a dueños y gerentes generales de empresas dispuestos a subirse a un segundo turno del gobierno de Cambiemos.
Hasta ahora, recibieron respuestas ambiguas, o directamente negativas. "Es lógico. La economía sigue sin crecer todavía y las probabilidades de que Mauricio gane son apenas un poco más altas que la posibilidad de que pierda", reconoció el ministro que usó la analogía de Rocky I.