Cristina ganará en primera vuelta, por robo, y empezará una nueva época en la que el kirchnerismo se transformará en una fase superior del peronismo. La Presidenta obtendrá más del 40 por ciento de los votos porque su figura absorberá lo mejor del proyecto que se inició en 2003, ya que la muerte de Néstor Kirchner se terminó llevando lo peor. O, para ser más precisos: lo que más irritaba a la clase media. La jefa de Estado se quedará "con todo", además, porque la oposición está fragmentada, y no termina de aparecer nadie que represente una alternativa mejor a la reelección presidencial. Las encuestas muestran que está muy cerca de lograr la hazaña, y que sus eventuales competidores, como Ricardo Alfonsín y Mauricio Macri, no terminan de levantar vuelo y, además, no le llegan a los talones. La realidad juega a nuestro favor. El crecimiento económico de la Argentina es el más importante y sostenido de toda Latinoamérica. Les tapamos la boca a los ultraliberales que nos proponían enfriar la economía. Además, estamos ganando la batalla cultural contra los medios hegemónicos. Ahora la mayoría de los argentinos sabe que existe otra realidad más allá de la que muestran Clarín, Todo Noticias y La Nación. Y en octubre los nuevos votantes colocarán en las urnas la boleta de Cristina, porque se sentirán identificados con los postulados de la nueva Juventud kirchnerista que les propone una pelea contra un enemigo claro y la búsqueda de un sueño por una sociedad mejor.


Este paquete de ideas fuertes es la que se maneja en la mesa chica a la que se sientan la presidenta Cristina Fernández, Carlos Zannini y el cada vez más influyente secretario de Medios Juan Manuel Abal Medina. La usina de ideas es alimentada, desde afuera, por un reconocido periodista que en los años noventa le preocupaba la corrupción gubernamental. El conjunto de razones está tan bien presentado que, ahora mismo, la mayoría de los analistas, politólogos y formadores de opinión no kirchneristas están convencidos de que la profecía se autocumplirá y que, de hecho, parte del caudal electoral para la reelección provendrá de quienes siempre votan a ganador, más allá de que no estén tan convencidos.

Por supuesto, el triunfalista análisis no incluye la idea de que la primera mandataria podría haber llegado al pico de su intención de voto, y que la de sus adversarios debería crecer a partir del instante en que se confirmen sus candidaturas presidenciales.


Marzo será clave, porque fue elegido como el mes en que se deberá imponer, definitivamente, a la mayoría de la sociedad, la percepción de un triunfo electoral arrollador y seguro. Y porque se usará, además, para empezar a atacar con fuerza a los candidatos, los medios y los periodistas que piensen, escriban y digan algo distinto.


En la mesa chica del Gobierno aguardan con impaciencia el anuncio formal de Mauricio Macri como candidato a presidente de la Nación. Y trabajan para evitar un nuevo acuerdo entre el jefe de Gobierno y Francisco De Narváez, porque temen que la foto sirva para recordar la última derrota de Néstor Kirchner, el 28 de junio de 2009, en la provincia de Buenos Aires. Más allá de la legítima competencia electoral, los nuevos operadores judiciales del kirchnerismo trabajan para que la Cámara de Casación confirme el procesamiento de Macri por las escuchas y lo coloque en una posición demasiado incómoda durante la campaña electoral. Lo mismo harán con cualquiera que se interponga al proyecto de Cristina 2011. Los organismos de control y recaudación están pidiendo información sensible sobre personas y empresas consideradas enemigas. Técnicos de carrera que no responden a los gobiernos de turno se están negando a manipular y amplificar datos que sus jefes quieren hacer públicos a través de periodistas oficialistas amigos.


Dos miembros del gabinete que no comulgan con el plan "talibán" para ganar en primera vuelta sea como sea se están empezando a preguntar si algunas de las acciones más audaces no se están volviendo patéticas y contraproducentes.
Se preguntan, por ejemplo, si era necesario transformar en cuatro minutos de propaganda oficial el sincero tributo a Kirchner representado en el candombe "Nunca menos". Se preguntan, además, si las idas y vueltas por los cables de la agencia oficial Télam y los cambios en el noticiero de Canal 7 son decisiones osadas, firmes y correctas o movidas de riesgo que pueden culminar con otro papelón. Se preguntan, finalmente, si la jugada de colocar a Martín Sabatella como el segundo candidato a gobernador de la provincia que irá colgado a la boleta de Cristina no terminará perjudicando, además de a Daniel Scioli, a la propia jefa de Estado.

 

"¿Estamos generando la sensación de que Cristina es imbatible o estamos delatando cierta desesperación, como en las últimas elecciones, cuando salimos a impulsar las listas testimoniales y terminamos perdiendo contra un candidato al que acusamos de narcotraficante sin pruebas?", dudó el hombre del gobierno.


Además, concluyó que Cristina Fernández ganará en primera vuelta o no ganará, porque las operaciones de la mesa chica la terminarán alejando del votante más moderado. Es decir: no le alcanzará para triunfar en el balotaje porque la mitad más uno preferirá un cambio, aunque no sea seguro, que cuatro años más de un gobierno que habla y hace como si fuera El Dueño de la Verdad.

 

Publicado en El Cronista