(Columna presentada en el programa "La Tarde" de CNN radio y publicada en Infobae) Pocas veces vi al presidente Mauricio Macri como ayer. Lucía enérgico. Al borde del fastidio. Y al mismo tiempo se salía de la vaina por dar buenas noticias, y tratar de sacarse de encima las preguntas sobre la inflación, el dólar, la pobreza, el desempleo, la suba de tarifas.
Creo que como producto de la misma intensidad, cometió varios sincericidios. El primero: afirmó que a Cristina le veía mal. Pero no en el sentido más estricto. Le faltó decir mal de la cabeza. Fuera de su eje. Explicó que de otra manera no se podía entender como metió a su hija Florencia en los amargos vericuetos de la corrupción.
El segundo sincericidio fue el de más alto impacto. Reconoció que su padre, Franco Macri, recientemente fallecido, debió pagar coimas a los funcionarios del kirchnerismo. Chocolate por la noticia, se podría agregar. Porque no solo lo hizo su padre, sino todos los denominados Dueños de la Argentina. Los invito a leer ese libro que publiqué en abril de 1992 y que pasó, largamente, las 30 ediciones. Y no solo habrían pagado coimas a Néstor y Cristina. También lo habrían hecho con muchos otros presidentes, desde la restauración democrática de 1983 hasta diciembre de 2015.
El tercer sincericidio tuvo lugar al pretender desenmascarar a Marcelo Tinelli y al ex ministro de Economía Roberto Lavagna, casi al mismo tiempo. Del conductor sugirió que la última vez que lo vio, "parecía dispuesto sumarse a Cambiemos". Es el equivalente a decirle que cualquier colectivo le viene bien.
Macri tampoco le perdonó "la vida" a Lavagna. Le dijo de todo menos bonito. Le pegó, entre otros francos, donde más le puede doler: lo acusó de ser el autor intelectual de las retenciones al campo y de los subsidios a las tarifas de luz, gas y electricidad. Lo trató de populista e irresponsable.
Macri estaba a flor de piel. Levantó la voz. Me interrumpió más que yo a mis entrevistados, lo que implica casi un récord. Además se quebró dos veces: cuando habló de su padre, cuando le recordé que me había dicho que el de presidente era el peor trabajo del mundo, y cuando me explicó que las lágrimas le brotaban porque le dolía el país.
¿Por qué el Presidente estaba tan encendido? Porque ya entró en modo campaña. Lo destacable: desde que acordamos, antes de asumir, que me daría siempre el primer reportaje para televisión abierta después de cada sesión ordinaria, jamás dejó de cumplir con su palabra. Macri sabía que este iba a ser el mas difícil. Pero jamás trató de condicionarme. Ni siquiera me preguntó sobre qué temas íbamos a hablar. Solo me pidió que no editáramos la entrevista, algo que es, en realidad, lo que cualquier manual de periodismo dice que se debe hacer.
Hace más de 15 años, había hecho el mismo acuerdo con el ex presidente Néstor Kirchner. Que me concediera la primera entrevista del año, pase lo que pase. Kirchner solo me recibió los dos primeros años. Después dejó de atenderme. Pero no solo a mí. También dejó de atender a la mayoría de los periodistas críticos.