(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) Los analistas políticos argentinos atrasamos varios años. No comprendemos cabalmente lo que está sucediendo ahora mismo con la comunicación. Y muchos menos con la comunicación política. Ni su impacto real, ni sus efectos colaterales. Confundimos lo relevante con la cantidad de clicks o el número de me gusta. Compramos sin chequear los buzones que nos vende constantemente el denominado círculo rojo.
Nos comemos todos los amagues. Desde que Macri está verdaderamente caliente hasta el armado del corto de Cristina con la enfermedad de Florencia por la supuesta persecución judicial. Desde la opereta para intentar voltear la causa de los Cuadernos hasta las falsas y prolongadas noticias como la del caso Santiago Maldonado y los supuestos hijos de desaparecidos de la fallecida Ernestina Herrera de Noble. Ahora también vibramos al compás de las encuestas preelectorales. Porque existe la engañosa percepción de que todos los días se producen cambios trascendentes. Pero no sucede nada de eso.
Hay mucho ruido, pero pocas nueces. En realidad, desde septiembre del año pasado, el escenario político está dividido en tres tercios. Y no se mueve demasiado. Uno lo ocupa Mauricio Macri, otro Cristina Fernández y otro es el de los llamados Ni-Ni, entre los que se encuentran los potenciales votantes de Alternativa Federal, una fuerza que todavía no llegaría al 20 por ciento.
Como si esto fuera poco, hace tiempo que la comunicación dejó de tener un emisor unidireccional. Y, como consecuencia de ese fenómeno, las noticias políticas supuestamente importantes duran cada vez menos. Sus efectos se diluyen casi inmediatamente. Un solo ejemplo: el discurso de Macri del primero de marzo hizo subir la imagen positiva del Presidente en unos pocos puntos, pero los volvió a bajar horas después, porque otra información hizo desaparecer el efecto: la muerte de su padre, Franco Macri.
¿Qué es lo que está produciendo esta serie de cambios que no llegamos a manejar y apenas comprendemos? Un dato fundamental: ahora mismo, el 90 por ciento de los usuarios de teléfonos celulares poseen el sistema 4 G. Y eso hace a millones de usurarios dueños de su propia información y emisores y replicadores de las noticias que consideran de su interés. Esto significa que la última campaña electoral, la de 2017, incluso la de Cambiemos, que es la organización política que mejor maneja los recursos tecnológicos, ya parezca del siglo pasado. Es probable que los equipos de campaña que más rápido y mejor entiendan esto, saquen ventaja de la situación. Todo lo demás será efímero y ruidoso. Superficial y perecedero.