Las últimas correcciones de la Presidenta sobre sus errores políticos y los que cometieron sus seguidores obligan a hacerse una pregunta inquietante, cuya respuesta será fundamental para el resultado de las próximas elecciones de octubre. ¿Cuál es la verdadera Cristina Fernández? ¿La que reprende en privado a Diana Conti por haber planteado en público la idea anticipada de una reforma de la Constitución para convertirla en eterna o la que alienta en silencio un proyecto de poder absoluto, como el que hasta hace poco compartía con Néstor Kirchner? ¿La que prolonga durante casi seis meses el luto por la muerte de su compañero y genera empatía y ternura entre quienes antes no la soportaban o la que reta, enojada, al vicepresidente Julio Cobos por la presencia de barras en el Congreso? ¿Cuál es la verdadera jefa del Estado, la que toma el teléfono y le da al director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, una clase magistral sobre libertad de expresión mientras le ordena que retire la idea de impedir que el Nobel Mario Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro o la que permite la persecución mediática y judicial a Joaquín Morales Solá con la extravagante acusación de que el periodista pudo haber cometido un delito de lesa humanidad?
¿Cuál es la más sincera, la que alguna vez "compró" las sugerencias de Martín Lousteau para empezar a transparentar las mediciones del Indec o la que convalida la persecución y castigo de Guillermo Moreno a las consultoras que miden el doble de la inflación oficial? ¿Cuál es la verdadera Presidenta, la que elogia en algunos discursos la importancia del campo en el crecimiento de la economía o la que chicanea al sector y le enrostra pagar los mismos impuestos que tributa la educación privada? ¿Cuál de las dos es la auténtica, la que manda a decir, a través de sus voceros, que no tolerará ni un acto más de corrupción, o la que permite durante su mandato la paralización de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, uno de los pocos organismos que investigaban al poder hasta la limitación de facultades de Manuel Garrido?
¿Qué Cristina Fernández de Kirchner es la original? ¿La que lideró, junto a su marido, la defensa irrestricta del gobierno democrático de Rafael Correa en Ecuador o la que mantiene un prolongado silencio sobre el baño de sangre y el autoritarismo del déspota Muammar Khadafy? ¿La que evitó echar en cara a Hillary Clinton las filtraciones argentinas de Wikileaks o la jefa de un gobierno que sobreactúa la decisión de no entregar los materiales de un avión de la fuerza aérea de los Estados Unidos?
¿Qué piensa de verdad la jefa del Estado? ¿Que a la inseguridad no hay que nombrarla, igual que a la inflación, como hizo hasta fines del año pasado cuando le estalló en la cara la ocupación del parque Indoamericano, o que hay que combatirla con más policías en la calle, como sostiene Daniel Scioli, alguien que todos los días es denostado por asesores informales de la propia Cristina debido a su política de seguridad? ¿Qué opina sobre las acciones del jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray? ¿Convalidó ella la disolución de la Oncca porque cree en la inocencia del alto funcionario, a pesar de que está imputado en una causa por la distribución irregular de subsidios de esa oficina? ¿Ignora o alienta algunas polémicas decisiones administrativas del responsable de cobrar los impuestos? ¿Cuál es su opinión real sobre el líder de la CGT, Hugo Moyano? ¿Lo desprecia, lo enfrenta y lo llegó a acusar en privado de perseguir a compañeros en los años previos a la dictadura, como asegura un testigo presencial de los hechos o, al contrario, sigue alimentando su inmenso poder con la entrega reciente de 250 millones de pesos para un grupo de obras sociales que son las mismas que están acusadas de malversación de los fondos de los Programas de Prevención y la adulteración de troqueles de medicamentos?
¿Qué Cristina es la real? ¿La que vetó la ley de glaciares después de aparecer en una foto con el presidente de la minera Barrick en Canadá o la que acaba de reglamentar parte de la misma ley? Y la reciente reglamentación, ¿responde a su convencimiento de que no se puede obtener oro y otros metales a costa de la destrucción de los glaciares o es un verdadero bluff , porque sigue impidiendo la concreción de un inventario para saber si las grandes mineras están colocando dinamita y usando cianuro en las zonas de glaciares y periglaciares?
¿Puede plantearse una Cristina distinta de Néstor mientras el Estado sigue gastando cientos de millones de pesos en mantener medios oficiales o paraoficiales cuya única obsesión es destruir a los adversarios políticos y periodistas no kirchneristas?
Es verdad que la mayoría de estos asuntos no están "en la agenda de la gente", pero sí en la del pequeño e influyente mundo de los formadores de opinión. Como también es cierta la preocupación de quienes analizan las variables económicas y sociales y temen que el aumento del gasto público y el uso de las reservas del Banco Central generen algo parecido a una bomba de tiempo después de las elecciones de octubre.
Por eso es tan importante ponerlos sobre la mesa y empezar a responder -más allá del país feliz que plantea el Gobierno y las chicanas vacías de la oposición- cuál de las dos caras que muestra la Presidenta es la que se corresponde con la realidad.
Publicado en La Nación