Pocas veces he recibido tanto llamados de colegas y de ciudadanos de a pie para felicitarme por la nota que hicimos con el excontador arrepentido de la familia Kirchner, Víctor Manzanares. Lo dije y lo repito: el primer mérito es de nuestro compañero, Hugo Macchiavelli, quien generó, después de esfuerzo, las condiciones de mínima confianza para concretar el encuentro.
Pero quiero agradecer y destacar el reconocimiento en éste momento tan especial: cuando tantos oportunistas que antes se subían, por conveniencia, a denunciar los más resonantes casos de corrupción, ahora se bajan de “la calesita” porque ya no lo consideran adecuado ni conveniente. O porque parece que ya no aporta tanto rating ni tantos votos.
Claro. Ahora está mejor visto hacerse el distraído. Ser un habitante de la imaginaria Corea del Centro. Quedarte calladito y si es posible no denunciar ni criticar a fondo a nadie. Ni demasiado para un lado. Ni demasiado para el otro. Tanta es la incertidumbre electoral. Aunque, por supuesto, garpa mucho más montarse a la hora de bronca y crispación contra Mauricio Macri y contra el gobierno, que, dicho sea de paso, bastante merecido se lo tiene. Y ni que hablar de los periodistas y dueños de medios que apuestan directamente a un candidato y hacen lobby junto a otros hombres de negocios, para tratar de instalarlo en la presidencia de la Nación. Hay uno, que sufre narcicismo primario, que ya ni siquiera lo puede disimular. Tanto se le nota su deseo de que un candidato de la “avenida del medio” suceda a Macri que cada pregunta, cada afirmación, cada punto y cada coma lo direcciona hacia esa pulsión política.
Para los que, gracias a grieta, tienen la perspectiva un poco corrida de lugar, les recuerdo que, nuestra obligación como periodistas de investigación, es mostrar lo oculto. En este caso fue un reportaje a Manzanares que terminó acuñando una frase que hará historia en los anales de la corrupción (“Muñoz me dijo que lo que hace no es robo o corrupción. Es una comisión que se le cobra a la patria por hacer las cosas bien”). Pero mañana será alguna denuncia que involucre, por ejemplo, a altos funcionarios de Cambiemos, y a hombres de negocios que aprovecharon sus vínculos con este gobierno para quedarse con plata del Estado. Y pasado mañana el objeto de investigación será a un patrón de la Argentina al que hoy se considera intocable porque tiene en un puño a una enorme cantidad de fiscales y de jueces que ya deberían haberlo procesado.
No importa quien gane las elecciones ni por cuánto. Los periodistas que amamos el oficio estamos condenados a ser como el salmón: nadar contra la corriente; movernos con dificultad, hacer mayor esfuerzo para avanzar apenas un poco. Es más incómodo. Requiere de más fuerza y mucha convicción. Pero no lo cambiaría por nada del mundo.