(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) No era necesario que la editorial Sudamericana anunciara la salida del libro de Cristina Kirchner para dar casi por hecho que la ex Presidente será candidata. No es el libro, ni su silencio, ni su victimización, lo que hace suponer que ella está en campaña. Es la pura lógica. El análisis de cajón.
Cristina, como candidata a Presidente, tiene más para ganar que para perder, aunque finalmente pueda ser derrotada. Tiene para ganar más diputados y senadores nacionales. Tiene para ganar lugares en las listas de todas las provincias, ciudades y concejos deliberantes. Tiene para negociar y obtener cargos de gente que la apoya. Puede colocar más diputados y senadores en el Consejo de la Magistratura, donde se decidirá la suerte de algunos jueces que la podrían absolver o condenar.
En cambio, si no se presenta, al otro día tendrá una enorme cola de dirigentes que ayudarán, directa o indirectamente, a que sea condenada por la Justicia. Empezando por los dirigentes del peronismo que no se la pudieron sacar de encima con los votos. Y siguiendo por los fiscales y los jueces que hoy activaron el freno de mano al compás de la incertidumbre electoral.
Los que piensan que al final Cristina Kircner no se va a presentar, argumentan que ella no lo hará para evitar que la crisis le explote en la cara, porque no tendría manera de encausar la economía y evitar un estallido social. Sin embargo, a este análisis le falta un elemento básico, y que se encuentra en el ADN cristinista: la mentira, el relato y la persecución a los medios críticos; la convicción dogmática que hay que profundizar todo lo que hizo durante su segundo mandato. El deseo de constituir el denominado Ministerio de la venganza después de cuatro largos años en los que se debió mantener a la defensiva. Para que se entienda bien: Cristina no tiene opción. No tiene más remedio que transformarse de nuevo en candidata, más allá de que le convenga o no a Mauricio Macri y a Cambiemos.