(Columna publicada en Diario La Nación) Cristina Fernández pisó el palito. Cayó en su propia trampa. Sucumbió al más dañino de los siete pecados capitales: el de la vanidad. Entonces aceptó "escribir" un libro. Su libro. Quizá lo hizo porque le pareció tentador y hasta muy inteligente que su palabra, tan sobrevalorada por ella misma, apareciera, no ya en las noticias, sino en "letras de molde" e insertas en un texto que se pueda guardar en las bibliotecas. Tal vez la terminó de convencer su exjefe de Gabinete, Alberto Fernández. E incluso, además, el mismo Fernández le pudo haber recomendado a María Seoane para que fuera su ghost writer, ya que él mismo recurrió a la periodista en alguna oportunidad.
Pero el resultado no podría haber sido peor. Primero, porque su aparición constituye un gran error político. De principiante. Ella estaba muy tranquila y muy bien en las encuestas . Hacía silencio. No se mostraba. No hablaba. Aparecía en las fotos sonriente y vestida de blanco, el color de la transparencia, la luz y la pureza. Solo crecía merced al brutal desgaste del presidente Mauricio Macri. En semejante escenario, Sinceramente resultó un búmeran. O un explosivo. Una bomba de fragmentación. Una bomba que produjo múltiples efectos. La confirmación de su candidatura a presidenta fue quizás el más relevante. Pero las otras marcas no son menos dañinas para ella. Porque cualquiera que lo haya leído con detenimiento, desde la primera hasta la última página, podrá dar por descontado que Cristina no solo no se volvió más buena, y comprensiva, como venía prometiendo su propio exjefe de Gabinete Fernández. Al contrario: comprobará que su rencor, la carencia absoluta de autocrítica y su instinto de venganza siguen intactos. E incluso se podría asegurar que un poco más recargados.
El otro gran error que cometió la exjefa de Estado fue el tono que eligió para publicar lo que la editorial definió como una "memoria autobiográfica". Quizás haya sido pensado para "hablarles" o "conversar" con los integrantes de su propio "núcleo duro". Su "tribu". Su "secta". La "militancia" que le hace el aguante y que la idolatra. La que la considera, más que una dirigente, una especie de Santa infalible a la que hay que seguir de manera incondicional. Tal vez haya supuesto Cristina -o la periodista o los responsables de la editorial- vender muchos libros apelando a un lenguaje de divulgación, llano y de bajo vuelo. Eso puede ser muy efectivo para la venta de ejemplares. De hecho, a poco de su salida, Sinceramente se ha transformado en el libro más comprado, y es muy probable que, si la demanda se sigue sosteniendo, supere las 60.000 copias y se convierta en uno de los sucesos del año. Así de deprimida está la industria editorial en la Argentina.
Sin embargo, el tono canchero y hasta pretendidamente divertido que usó para complacer a sus fieles al mismo tiempo revela todas las carencias que presenta el texto y que debería incluir un libro escrito por un expresidente. Esto es: un conjunto de ideas organizadas sobre el país y sobre el mundo; los argumentos básicos de porqué tomó las decisiones que tomó y las nuevas propuestas para superar los actuales inconvenientes; una mínima autocrítica a lo largo de sus doce años de gobierno y, por supuesto, cierto tono de legado, del que el trabajo carece por completo. En cambio, Sinceramente puede ser leído como un amasijo de anécdotas a la bartola, ordenadas solo por la verborragia de Cristina Fernández, que incluyen escenas disparatadas y conclusiones personales tiradas de los pelos, para no decir lindantes con la paranoia. Hay decenas de ejemplos para citar. Pero algunos no tienen desperdicio. Como la acusación a los medios "hegemónicos" de hacer circular y reproducir el dato falso de que había mantenido romances con varios individuos, después de la muerte de Néstor Kirchner. Incluso cita a uno de ellos Jorge "el Topo" Devoto, sospechado de pegar carteles anónimos contra periodistas críticos. Quizá no haya estado demasiado atento a lo divulgado sobre la vida sentimental de Cristina Fernández, pero estoy seguro de que los medios masivos considerados serios no le prestaron ninguna atención al dato.
La expresidenta también se queja porque, según ella, los periodistas no hicieron lo mismo con la gobernadora "virginal" María Eugenia Vidal, que es separada y habría, según Cristina, muchas más razones para especular con su intimidad. No se termina de entender qué pretendió expresar con ese párrafo. ¿Que a Vidal la protegen los periodistas porque no hablan de sus presuntos romances? ¿Que es más lógico adjudicarle un vínculo amoroso a una mujer que convive con sus hijos pequeños y que todavía no tiene nietos?
Lo mismo se puede decir del episodio en el que se empieza a perseguir con el médico que no le sonríe y supone que se trata del hijo de un militar que cometió delitos de lesa humanidad. Es el que al final la operó de su hematoma subdural. No solo confiesa que manda que lo investiguen. Después reconoce que era una persona amable, pero al mismo tiempo confunde su nombre y su apellido y le endilga el de un filósofo y exfuncionario kirchnerista, Ricardo Forster. Por cierto: se llama Cristian Fuster y su trabajo fue impecable.
También sorprende de Sinceramente la cantidad de veces que Cristina insiste en que fue ella la que escribió el texto. Cualquier editor atento sabe que se trató de una suerte de desgrabación de un diálogo o un monólogo. Un dictado de palabras básicas que se usan para hablar y no cuando uno escribe. Por supuesto: no se trata de un pecado no escribir un libro de puño y letra. Pero siempre es mejor no engañar al lector ni tomar atajos sobre la autoría. De hecho, en el comienzo del primer capítulo se destaca el pegado y copiado de su voz en off incluida en el video donde explica por qué su hija se enfermó y debía viajar a Cuba para atenderse.
Sin embargo, más allá de quién haya escrito el libro, el resultado parece el mismo: una gran cadena nacional en continuado, con agregados y consideraciones muy particulares, que la terminan mostrando tal cual es; una versión en papel de las escuchas legales que fueron publicadas en febrero de 2017. Todo lo anterior no tendría demasiada importancia si no fuera porque, con la publicación de Sinceramente, se terminaron las dudas y el misterio sobre lo que piensa Cristina de verdad.
Una breve conclusión después de una lectura profunda y consciente. Sigue negando que durante su gestión hayan existido la inflación, la pobreza y el cepo a la compra y venta de dólares. No solo Milagro Sala, sino también Amado Boudou, Julio De Vido, Lázaro Báez, Cristóbal López son presos políticos y están detenidos no por los delitos que cometieron, sino como producto de una persecución. Los cuadernos de las coimas son fotocopias y ella es el principal objetivo de una enorme asociación ilícita integrada por el Partido Judicial, dirigentes de la oposición cuyo líder es el Presidente y los medios "hegemónicos". El orden que, anuncia, Ella misma restaurará cambiará semejante estado de cosas y esta vez será menos contemplativa y más profunda. No parece descabellado concluir que, si gana la elección, intentará mandar a los "jueces de Macri" en comisión o elegir nuevos magistrados "por el voto popular".
Tampoco parece exagerado imaginar un virtual "ministerio de la venganza". Ni por dónde empezará la faena. Solo hay que repensar la manera despectiva de la que habla sobre Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto. No los nombra, pero está claro que se refiere a ellos. Y que los desprecia con todo su ser.