(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) En política, y en la mayoría de los casos, las maniobras de laboratorio siempre salen mal, porque suelen prescindir del insumo más importante: la voluntad o el deseo de la mayoría de la gente. El lanzamiento de la fórmula Alberto Fernández presidente Cristina vice podría ser considerada una jugada brillante, si solo se analiza desde "la oferta" y con mucho optimismo. Es decir: si se descuenta que la figura de Alberto sumaría, porque rompería el techo del hartazgo o el rechazo contra Cristina, porque sería entendida como un aprendizaje democrático del cristinismo, con su sesgo autoritario y su perfume de superioridad moral y porque absorbería a la mayoría de las figuras del peronismo, incluidos los adscriptos a Alternativa Federal.
Pero todos estos supuestos ¿coinciden con la percepción de la mayoría de los argentinos, en especial los que reconocen están hartos del presidente Mauricio Macri pero también de la ex presidenta? Alberto Fernández tiene ahora la ventaja de la novedad y la sorpresa. Con esa herramienta, logró el apoyo casi inmediato de media docena de gobernadores y ganó tiempo para intentar seducir al resto de los mandatarios peronistas. Al mismo tiempo procura rehacer los puentes que Néstor y Cristina rompieron con la mayoría de los medios de comunicación y los periodistas críticos que son reconocidos como formadores de opinión.
Pero ¿podrá convencer a todos que Cristina Fernández es víctima de una persecución, a horas del comienzo del primer juicio oral y público que la tiene como la principal acusada a comparecer en el banquillo de los acusados? Ante el tsunami de recientes declaraciones de Alberto con durísimas críticas a la ex presidenta él responderá que no se arrepiente de haberlas formulado ¿Esto significa que Cristina Fernández se arrepintió de todo? ¿Desde el pacto con Irán hasta la interminable lucha contra el campo? ¿Desde la expropiación de YPF hasta la designación de Boudou y su delito de corrupción en la causa denominada Ciccone?
Porque fue el mismo Fernández el que la terminó de convencer para que escribiera Sinceramente. Y Cristina, en Sinceramente, sigue diciendo las mismas barbaridades que Alberto le criticó. La gran pregunta es: ¿Cristina se transformará en Alberto o Alberto se transformará en Cristina? Porque si acaso fuera posible, uno de los dos tendría que pedir disculpas y volverse a su casa. O admitir que están armando un enorme y complejo relato con el solo objetivo de volver al poder.