(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) Al mismo tiempo que se sentaba por primera vez en el banquillo de los acusados del juicio oral que la encuentra procesada como jefa de una asociación ilícita organizada para enriquecerse y defraudar al Estado, Cristina Kirchner volvió a calificar al acto jurídico de persecución. De persecución a ella sola, a pesar de que hay otras 12 personas en su misma condición, como Lázaro Báez, Julio De Vido y José López.
La suya no es una defensa técnica sino política. Y su suerte no depende tanto de probar su inocencia sino de cómo la vaya en las elecciones presidenciales de este año. La Argentina es un país atípico. La misma ex Presidente que está procesada en 11 juicios diferentes y sobre la que pesan 5 pedidos de prisiones preventivas sigue primera en las encuestas y tiene enorme posibilidades de trasladarle sus votos al candidato a presidente que ella volvió a elegir a dedo, Alberto Fernández.
Una primera explicación lógica es que el presidente Mauricio Macri está seriamente desgastado por su responsabilidad en la crisis económica. Pero una segunda explicación posible es que el vínculo de Cristina Kirchner con más del 30 por ciento de los argentinos dispuestos a seguirla no es racional sino puramente emocional. O para que se entienda mejor: casi religioso.
Ahora que ella se bajó de la candidatura a presidente y ungió a su ex jefe de Gabinete, a Alberto Fernández le será más fácil hacer escuchar su voz para defender la teoría de que un grupo de jueces la quiso meter a CFK en este y otros juicios por la ventana. Que los corruptos eran Julio de Vido, José López, Ricardo Jaime y porqué no, también el ex vicepresidente Amado Boudou.
Quizá las primeras encuestas, mientras la espuma siga arriba, le dará también cierta autoridad a Fernández para explicar sin despeinarse la foto de ayer, en Río Gallegos, con Rudy Ulloa. Pero la realidad seguirá siendo la realidad pase lo que pase. Y los hechos de corrupción no podrán transformarse en un error del sistema. Seguirán siendo delitos, aunque el kirchnerismo gane las elecciones presidenciales de este año de zozobra e incertidumbre. Y ella logre imponer, entre sus fieles, y unos cuántos más, la versión de la historia que más le convenga.