El rutilante triunfo del Frente para la Victoria en Catamarca los sacudió a todos ellos. Y la apretada y polémica victoria de Mario Das Neves en Chubut los terminó de poner en estado de desesperación. Por eso Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá están trabajando, en secreto pero de manera sostenida, en una estrategia para ganarle a Cristina Fernández. Eduardo Duhalde lo sabe, y dice a sus amigos que está dispuesto a sumar, porque entiende que un amplio acuerdo político es el único instrumento apto para entrar en segunda vuelta e impedir la reelección presidencial.
Por lo pronto, cada uno está poniendo lo que cree que tiene sobre la mesa.
"La mayor parte de los votos para ganarle a Cristina están en la provincia de Buenos Aires, y no hay nadie en mejores condiciones para ser la alternativa de Daniel Scioli que Francisco [de Narváez]", sostiene Gustavo Ferrari, el principal hombre político del diputado nacional que en junio de 2009 le ganó a Néstor Kirchner.
Macri, por su parte, viene resistiendo la presión de su asesor Jaime Barba Durán y su amigo Nicolás Caputo para que se presente otra vez como candidato a jefe de Gobierno. Las últimas conversaciones con Gabriela Michetti lo terminaron de convencer. Y él mismo aceptó ante la "mesa chica" de Pro que si se baja de sus aspiraciones presidenciales, quedará ante la gente como un dirigente sin coraje, incapaz de convertirse en la alternativa de un modelo que, según él, tiene un amplio rechazo de la sociedad.
Macri y De Narváez conversan muy de vez en cuando, pero se mandan mensajes. El mensaje del diputado nacional es: hagamos un fuerte y amplio acuerdo político, no una UTE (unión transitoria de empresas), y hagámoslo cuando antes, porque cada minuto que pasa se consolida más la idea de que Cristina es imbatible. Para De Narváez el acuerdo debería incluir el anuncio oficial de la candidatura a presidente de Mauricio, el anticipo de que él será su candidato a gobernador y la confirmación de quién será la candidata o el candidato a jefe de Gobierno de la ciudad. El mensaje de Macri para su ex socio es: esa foto va a llegar, pero antes hay que elegir con mucho cuidado cuál será la fecha de las elecciones en la ciudad.
¿Qué le conviene más a este espacio que todavía no se terminó de armar? Los estrategas de Macri se están rompiendo la cabeza para jugar las cartas adecuadas. Ellos dicen que necesitan que la campaña porteña sea corta para evitarles a los postulantes de Pro un desgaste innecesario, porque apenas se baje la bandera de largada los precandidatos Daniel Filmus, Amado Boudou, Carlos Tomada, Claudio Lozano o Fernando "Pino" Solanas, María Eugenia Estenssoro y Carlos Heller van a esmerilar al oficialismo hasta donde puedan.
Esos mismos estrategas de Mauricio preferirían que la batalla se celebrara en una fecha cercana a la elección de octubre. Les parece que un triunfo cercano a las presidenciales podría golpear con fuerza el mito de la invencibilidad de Cristina y otorgar a Macri el suficiente envión como para convertirlo en la alternativa más clara. Es decir: un aspirante muy por encima de Ricardo Alfonsín y de los 20 puntos de intención de voto que hoy le otorgan las encuestas más benignas al jefe de gobierno de la ciudad.
Pero los que piensan por el ingeniero saben, a su vez, que cuanto más se demoren en convocar y en realizar las elecciones porteñas, más correrán el riesgo de que la intención de voto de Cristina Fernández, que hoy está por encima del 40%, se consolide cada vez más. Con ese cóctel de alternativas en la mano, Macri piensa en agosto o septiembre, y espera que, a esa altura, todo el Peronismo Federal lo reconozca como la alternativa, incluidos Duhalde, el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, y los hermanos Alberto y Adolfo Rodríguez Saá.
A Duhalde, mientras tanto, todos lo miran con cariño. En casi todas encuestas tiene entre 6 y 8 puntos consolidados, y eso lo convierte en un árbitro fundamental. "Son los puntos que le faltan a Mauricio para llegar a la segunda vuelta", reconocen dentro y fuera del peronismo disidente.
El ex presidente estaría dispuesto a bajar su candidatura, pero sólo si recibe una generosa propuesta de Macri para la integración de las listas en octubre de este año. ¿Es posible que cada uno de ellos, los integrantes del denominado pan-peronismo, sean capaces de bajar su nivel de ansiedad y de ego, a cambio de ganarle las elecciones al kirchnerismo? ¿Es probable que se pongan de acuerdo y elaboren una propuesta conjunta, por encima de sus ambiciones personales? ¿Cómo harán Macri, De Narváez y los demás para evitar la foto con Duhalde, ya que suponen que les resta votos?
Sobre todas esas dudas cabalga, por ahora cómoda, la candidatura de Cristina. Ella empezó con la campaña, de un modo indirecto y no querido, desde el mismo instante en que Néstor Kirchner murió de manera repentina. Ahora está sola en la cancha, con el viento a favor y la sensación cierta de que no hay nadie enfrente capaz de doblegarla. Si los dirigentes de la oposición no hacen algo ahora mismo, mañana podría ser muy tarde.
Publicado en La Nación