(Columna presentada en CNN radio y publicada en Infobae) No tiene ningún valor decir que no lo vimos venir. Ni los encuestadores. Ni los periodistas que analizamos datos que no producimos. Ni los políticos de los que dependía su supervivencia. Porque, para ser franco, ni siquiera anticiparon la enorme diferencia los dirigentes del Frente de Todos que ganaron de manera contundente. Desde Alberto Fernández hasta los intendentes peronistas de la provincia de Buenos que daban a la elección de su distrito por perdida.
Lo que importa ahora es preguntarse qué pasó. Y hacer una profunda autocrítica. Voy a empezar por donde corresponde: por quien esto escribe. Tenemos una cuota parte de responsabilidad. Y no es pequeña. Creímos ingenuamente en los números que contrató el gobierno. Y también en las encuestadoras que no contrató el gobierno. Creímos y repetimos, con mucho cuidado, con buena fe, en los que decían, hasta el viernes pasado, que Alberto tenía apenas una diferencia de 3 puntos con Mauricio Macri; y Axel Kicillof una de 3 o 4 sobre María Eugenia Vidal.
También "compramos" hasta último momento, esto es, cerca de las 20 horas del mismo domingo, que la ventaja seguía siendo exigua. Pero la autocrítica no sería completa si no admitiéramos, también, que pensábamos que el rechazo a Cristina, al autoritarismo, la corrupción, la prepotencia y las mafias iba a terminar favoreciendo a Macri o al oficialismo.
Que podían ser iguales o superiores, en términos electorales, a la bronca, la decepción, la frustración que produjo el fracaso de Macri en materia económica. Superior o equivalente al tarifazo, el aumento de la pobreza, la suba del dólar, la desocupación, las tasas de intereses que hicieron cerrar miles de pequeñas y medianas empresas. Algunas de esas empresas, con más de 30 o 50 años de actividad.
De nuevo: nos equivocamos. Porque supusimos que la gente no votaría a Cristina, y ese rechazo mejoraría las chances de Juntos por el Cambio. Los números dijeron otra cosa. La mayoría de la gente dijo otra cosa. La mayoría entendió que votando a Alberto no votaría necesariamente a Cristina. A la corrupción, al autoritarismo, a la prepotencia. A la persecución a periodistas. De nuevo: parece que la mayoría de la gente votó no a Cristina, sino a Alberto. Y en ese movimiento está parte de la explicación de la paliza que recibió Macri y todo Juntos para el Cambio.
Dos aclaraciones urgentes y necesarias. La primera: sigo pensando que Cristina, con los 13 procesamientos y los pedidos de prisiones preventivas que soporta, ni siquiera se debió hacer presentado como candidata. Esa es mi convicción, basada en datos duros y en la lectura de los expedientes.No la voy a cambiar ahora, a pesar del resultado electoral.
La otra aclaración urgente es que no creo que Juntos por el Cambio tenga la más remota posibilidad de revertir los tremendos números de las PASO. Yo se que hay mucha gente de un lado del extremo de la grieta que está escuchando este programa por morbo.
También hay otra parte, del otro lado de extremo de la grieta, que espera que le diga en verdad hay una mínima esperanza de poder revertir el resultado. La verdad es que pienso que no la hay. Y yo te recomendaría a vos, que te sentís un tanto desahuciado, que no te golpees el pecho. Que no te eches la culpa. Vos creíste, confiaste. Y quizá fuiste defraudado. Y decepcionado. O quizá pensaste que funcionarios como Juan José Aranguren, Mario Quintana, Federico Sturzenegger, Nicolás Dujovne, e incluso Marcos Peña o el consultor estrella, Jaime Durán Barba, eran casi infalibles.
Ahora está claro que no lo fueron. Y no lo son. También me atrevería a recomendar al Presidente que escuche la voz de la gente. Que no la mande a dormir porque está dolido o enojado. La gente no se equivoca. Y todavía le queda una enorme tarea por cumplir: competir en octubre, aunque no gane, entregar el gobierno en tiempo y forma. Con el menor daño posible.