¿Cristina Fernández está enfrentando a Hugo Moyano porque quiere asegurarse el voto de la clase media? Es muy probable. Nada de lo que viene haciendo desde la muerte de Néstor Kirchner parece improvisado, o sólo parte del deseo y del dolor. Cualquiera que sepa leer las encuestas de imagen sabe que no hay mejor negocio político que atacar, con el discurso, al secretario general de la CGT. El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, consiguió visibilidad al caracterizar al representante de los camioneros como un "piantavotos" . Y hasta Patricia Bullrich, de la Coalición Cívica, tuvo hace dos semanas varias horas de esplendor cuando, al hablar de los líderes sindicales con mandato a perpetuidad, sentenció: "Son todos chorros. Y ninguno quiere mostrar sus declaraciones juradas".

¿La Presidenta tiene un problema político y personal con el representante de los camioneros? También. Y no se trata de una cuestión de piel, sino de asuntos más serios. Una fuerte discusión que mantuvieron varios meses antes del fallecimiento de su marido los terminó de distanciar. El aludió a su capacidad de movilización y ella le respondió que sus barras no llegaban a superar los millones de argentinos que habían participado de los festejos del Bicentenario. Ella le recriminó el oscuro manejo de los fondos de las obras sociales sindicales y él le recordó lo benévolo que había sido el juez Norberto Oyarbide al sobreseer a ella y a su esposo en la causa por enriquecimiento ilícito. El encuentro terminó de mala manera, y la jefa de Estado no es una persona que olvida o perdona con facilidad. "Cristina lo tiene atragantado desde ese día: tarde o temprano se lo va a cargar", me dijo a principios de este año un asesor personal de la Presidenta del área del Ministerio de Salud donde se discuten asuntos de dinero.

¿La mandataria retó a Moyano sólo por una cuestión de marketing o una diferencia personal? Sería una ingenuidad suponer que se trata solamente de eso. También le está llamando la atención porque, lejos de poner un límite a los reclamos de las organizaciones gremiales, los alienta y los utiliza como elemento de presión política. "Si no nos dan lo que pedimos, en cinco días vamos a un paro nacional", amenazó Pablo Moyano la semana pasada, para forzar el pedido de 2000 pesos básicos por fuera de la paritaria para los camioneros que transportan combustible.

A la primera mandataria le preocupan los métodos de protesta que irritan a la mayoría, pero a la vez sigue con atención lo que está pasando con la economía real y las señales de alarma que aparecen en todo el país. Ya no se trata sólo del reclamo de los petroleros y los docentes de Santa Cruz, los camioneros que distribuyen el combustible y los metalúrgicos, los químicos y los trabajadores de la alimentación y el personal de cabina de Aerolíneas Argentinas y Austral. La Presidenta sabe que se vienen los nuevos aumentos de las cuotas de los colegios, los incrementos de las expensas como consecuencia de la paritaria de los encargados de edificios y una suba general de precios que podría malquistar, y mucho, a la gran cantidad de argentinos que deciden su voto semanas antes de la elección nacional.

¿Cristina Fernández retó a Moyano porque lo quiere poner nervioso? Los que aconsejan a la Presidenta son los mismos que le recomendaron no asistir a la última movilización en la avenida 9 de Julio y le pidieron que se mantuviera en silencio cuando se difundió el exhorto de la justicia suiza que hizo amenazar al camionero con un paro general. Ellos entienden que es bueno, para la imagen presidencial, aparecer retando y conteniendo al líder sindical. Sin embargo, vivieron momentos de zozobra cuando la jefa de Estado les ordenó que trataran de evitar la medida de fuerza.

Sólo el ministro de Planificación, Julio De Vido, fue capaz de convencer a Moyano de lo desastroso que hubiese sido para él mismo la primera convocatoria a un paro nacional desde mayo de 2003. Es el propio De Vido el que, cada tanto, y sólo cuando Cristina Fernández le pregunta, sugiere que no es bueno jugar con fuego sin una fuerte red de protección. El -quizás el mejor ejecutor de la estrategia de Néstor Kirchner- es un experto en manejar el palo y la zanahoria, uno de los pocos idiomas que entienden Moyano y sus hombres a la hora de negociar.

El palo a Moyano se lo acaba de dar Cristina Fernández, mientras el titular de la Unión Industrial Argentina, Ignacio de Mendiguren, declaraba que votará al Frente para la Victoria en octubre. Pero un pedazo de la zanahoria ya le había sido entregado al camionero días atrás, con la distribución de 250 millones de pesos a las obras sociales sindicales que vienen reclamando un pago de un total de 9000 millones de pesos del Fondo de Redistribución.

El fondo proviene de la acumulación de un 3% del salario en blanco de cada trabajador más un 6% del mismo salario que aporta el empleador. Los sindicalistas le llaman el pozo Bidú, lo quieren todo de una vez y sostienen que ellos son los legítimos dueños. La ex ministra de Salud Graciela Ocaña entiende que se trata de fondos públicos y que deberían ser utilizados por el Ministerio de Salud para reformas estructurales. Ocaña salió eyectada del gobierno cuando puso en evidencia, ante la propia Presidenta, que su marido estaba entregando la caja por la que tanto presionaban Moyano y sus hombres de confianza en la CGT.

¿Está dispuesta Cristina Fernández a romper el pacto no escrito que existía entre el líder de los camioneros y el ex presidente? ¿Será capaz de soportar la presión sindical hasta las elecciones? ¿Se quedará cruzada de brazos esperando que los jueces le tomen declaración indagatoria por la mafia de los medicamentos, la causa sobre lavado de dinero o la presunta administración infiel de los bienes de la obra social de los camioneros? Si se la compara con los negocios en juego, la queja de Cristina por la presión sindical se puede entender sólo como un buen título de tapa para la mayoría de los diarios del país.

 

Publicado en La Nación